Miguel Ángel Rivero ha podido abrir la puerta de su vivienda después de más de cuatro años. Vive en la primera planta del edificio número 52 de Alcoresa, justo encima de donde se encontraba el restaurante Wok. Cuando ocurrió el derrumbe acababa de comprarse la vivienda y había iniciado los trámites para trasladarse. Pero no pudo. El ayuntamiento se la precintó al tratarse de la casa que estaba más afectada tras el derrumbe en el establecimiento asiático.

Desde entonces tuvo que cambiar sus expectativas de vida. Por su condición de guardia civil tuvo que solicitar de nuevo el ingreso en el cuartel de la ciudad en la que trabaja, en Casar de Cáceres, y se vio obligado a trasladar a sus hijos al colegio de esta localidad cacereña -estudiaban en Cáceres-. A ello hay que sumar que durante estos cinco años ha estado pagando la hipoteca de una casa en la que nunca entró más los recibos de una comunidad en la que no vivía. «Llegué a cogerle manía a mi piso. Sentía mucha impotencia. Tuve suerte porque en el cuartel había hueco para alojarnos pero, si no hubiera habido, tendríamos que habernos alquilado una casa. Todo lo que ha pasado es indecente», indica Miguel Ángel.

Ahora quiere borrar esa etapa de su vida y empezar de cero. Ha comenzado a hacer obras en su casa con el objetivo de trasladarse después de primavera. «Ya por lo menos puedo abrir la puerta de mi casa. Nos sentimos aliviados después de tanto tiempo», señala. POR SIRA RUMBO