El mal de la piedra es una enfermedad de la roca que la convierte poco a poco en arcilla, y que ha aumentado en los últimos años por los factores atmosféricos: tráfico, calefacciones, contaminación... Las iglesias de Cáceres han comenzado a sufrir esta patología con distinta intensidad. La situación es especialmente acusada en Santa María, donde el mal de la piedra amenaza las dos portadas, el ábside, el exterior de la capilla de San Miguel y en menor grado los sillares del muro interior, sobre todo en la zona del coro, según ha explicado a EL PERIODICO el arquitecto Luis González, profesor de materiales de construcción de la Universidad de Extremadura.

La incidencia de esta enfermedad se ha acelerado a causa de los agentes ambientales desde que se detectó en Cáceres a mediados de los años 80. También afecta al complejo San Francisco y a los templos de Santiago y San Mateo, aunque en menor medida que a la concatedral cacereña, levantada en los siglos XIV, XV y XVI.

MATERIALES Y SOLUCIONES

Precisamente, el nexo de unión de todos estos edificios es que están realizados en sillería (granito), material con el que se construían antaño los monumentos más ricos. En cambio, los levantados con mampostería tienen mayor protección debido a su capa de mortero (ello explica por qué San Juan está menos afectado).

Unas obras en profundidad permitieron frenar la patología en la torre de Santa María hace dos años. Luis González avanzó el viernes la llegada de una nueva partida del Ministerio de Cultura, por un total de 280.000 euros (46,4 millones de pesetas), para ejecutar un proyecto realizado por el propio Luis González (expresidente del Colegio de Arquitectos) y Justo García Rubio. Las obras, en proceso de adjudicación, permitirán intervenir en las dos portadas de la concatedral contra el mal de la piedra y repasar las cubiertas para frenar la humedad.

Antiguamente, el granito utilizado en la edificación de estos monumentos era extraído de las canteras de los alrededores. Los artesanos buscaban los bloques más blandos para realizar trabajos finos, y el resto se utilizaba en los muros. "Por ello, los elementos más dañados son generalmente los que llevan piedra labrada", explica Luis González Jiménez. Además, según el arquitecto, el granito de las canteras del entorno cacereño es más susceptible "a priori" a sufrir el mal de la piedra.