Tal era su afán, que al final no hubo más remedio que admitir a decenas de escolares en la Orden de los Fratres de Cáceres. Rodilla izquierda en tierra, cabeza sumisa, mirada al suelo, todos juraron guardar los grandes valores de los héroes medievales mientras el caballero los iba tocando con su espada. Y es que los alumnos de varios colegios cacereños lo pasaron ayer en grande visitando la exposición El Cid y su época en el Museo Pedrilla de la Diputación Provincial, ya que a los responsables de este recinto se les ocurrió animar los contenidos de la muestra invitando a la asociación Fratres de Cáceres . Sus miembros, instruidos desde hace años en historia, cultura y técnicas medievales de combate de forma rigurosa y fiel a la tradición, con armas y complementos reales, hicieron las delicias de los estudiantes.

Ataviado con un yelmo del cruzado, cota de malla, sobrevesta con la Cruz de Santiago y una larga espada de mano y media de acero español templado en agua del Tajo, uno de los caballeros, y junto a él la responsable del museo, iban recibiendo a los distintos grupos de escolares y les invitaba a recorrer la exposición. Dentro se abría el fascinante mundo del medievo. En la muestra, organizada por Everest con motivo del Octavo Centenario del Cantar de Mio Cid (primera obra extensa de la literatura española y una de las cuatro grandes joyas de ésta), los chavales se sumaban a las aventuras y desventuras de Rodrigo Díaz de Vivar.

Así, entre paneles e ilustraciones pudieron conocer los nueve ideales de los caballeros: valor, defensa, fe, humildad, justicia, generosidad, templanza, lealtad y nobleza. También la formación que les exigían desde la niñez y sus defensas y armas: La lóriga o cota de malla con pequeñas anillas entrelazadas, el yelmo de acero, el escudo de cuero endurecido o madera (con algunas ornamentaciones), las lanzas de 3 o 4 metros para pelear a pie o a caballo, y el pendón o estandarte solo digno de ser portado por un caballero destacado.

Pero además, los escolares aprendieron en un periquete que el magnífico caballo de El Cid se llamaba Babieca , que Tizona era su espada más fuerte y pesada, y Colada la de empuñadura más delicada y grácil. La exposición, con éstos y otros contenidos muy didácticos, se mantendrá abierta hasta el viernes.

Espadas en ristre

Sin duda, lo mejor llegó al final. Concentrados en el soleado jardín del museo, los chavales asistieron expectantes a las exhibiciones de esgrima medieval, con movimientos de ataque y paradas. Las espadas chocaban, los caballeros sudaban, los niños no perdían detalle y tras la demostración, algunos alumnos pudieron ensayar espada en mano acompañados por los expertos. "No son juguetes, son armas de combate, pero no entrañan ningún riesgo si las usamos prudentemente", explicaron.

Y al final llegó la locura. "Quién quiera ser caballero, que dé un paso al frente, proclamaron Los Fratres . Nadie dio un paso porque todos corrieron alocadamente para ser los primeros. Y uno por uno fueron ordenados mientras un gran caballero repetía sus nuevas encomiendas: "Debéis tener valor, honradez, temple y generosidad (...) Protegeréis al que no pueda protegerse y no consentiréis jamás que el mal se haga delante vuestro...". Los chavales asentían, soñando por un momento que tenían al mismísimo Cid Campeador ante ellos.