Rafael tiene 52 años y vive con los franciscanos en la residencia de la Cruz Blanca. Ayer mostraba orgulloso los llaveros de Hama Beads que ha elaborado con sus compañeros, artículos que ayudarán a recabar fondos para esta casa que Rafael y una treintena de personas con discapacidad consideran su hogar. Porque ayer era un día muy especial. No solo tenían un puesto en la puerta de la concatedral que atendían ellos mismo. Era el día del Besamanto a la Virgen de la Montaña, la patrona de la ciudad y de su residencia, «una gran señora que para mí es como una madre, por eso vengo a verla todos los días», comentaba Rafael, ilusionado con sus trabajos y con su Virgen.

María Jiménez, vecina de Mejostilla, ayuda cada día con la liturgia y los cantos durante el novenario. Ayer también vivía un día muy significativo para ella: su cumpleaños y el Besamanto de la patrona. «Perdí a mi padre con 2 años y a mi madre con 7, por eso siempre vengo a celebrar este día con mi otra madre, porque para mí la Virgen de la Montaña lo es todo. Junto a ella siento que no puede haber jornada más feliz», confesó emocionada.

Antonia apenas puede caminar. Lo hace con esfuerzo, con unas muletas que ayudan poco y casi obstaculizan más. Pero no hay barreras para llegar a Santa María, cruzar el umbral y dejar el beso prendido del manto de la patrona. Ayer, Antonia, ayudada por su hijo, tampoco quiso faltar a esta antigua costumbre que el pueblo de Cáceres brinda cada primavera a su patrona. «Si no estoy para verla a ella, no estoy para nada. Mientras pueda, vendré con dificultades, pero vendré», afirmaba la anciana recuperando el resuello y agarrando con firmeza su estampa, este año con una oración en el envés del cardenal Antonio María Rouco Varela.

Diego Mostazo, miembro de una de las familias más emprendedoras de la ciudad, tampoco quiso faltar a la cita. Ni este año ni ninguno. «La Virgen nos escucha a los cacereños, nos ayuda, venimos a darle las gracias, a contarle nuestras ilusiones, nuestros deseos. ¿Cómo vamos a faltar?», inquiría mientras aguardaba en la cola del Besamanto, que a las once y media de la mañana ya ocupaba toda la plaza de Santa María y comenzaba a prolongarse por la calle Arco de la Estrella.

Como Rafael, María, Antonia y Diego, miles de personas participaron ayer en el acto religioso más concurrido de cuantos se celebran en Cáceres: el Besamanto a la Virgen de la Montaña, ya en los últimos días de su Novenario. Uno, dos, tres..., cada minuto, entre quince y veinte fieles tributaban ayer este gesto de cariño a la patrona. Al atardecer habían acudido 15.000 y la cola llegaba al Arco de la Estrella. Durante toda la jornada, según los cálculos de la cofradía, más de 20.000 personas pasaron por la concatedral, ornamentada con sus mejores tapices, los escudos de la ciudad bordados en terciopelo y grandes ánforas de flores blancas. Ayer y hoy, la imagen lleva por manto una obra de arte, en brocado de satén azul con adamascado en oro y seda.

A las doce, toda la concatedral cantó al unísono la Salve y el Himno a la Virgen de la Montaña. «La gente se vuelca. Esta mañana, cuando hemos abierto las puertas, ya había personas esperando y desde entonces la afluencia ha sido intensa, incluidos numerosos colegios», explicó Ángel Campos, miembro de la junta de gobierno de la real cofradía y responsable de organizar los turnos de voluntarios estos días. «La Virgen de la Montaña es especial, unos vienen a darle gracias, otros vienen a pedirle por la salud, por el trabajo, por la familia..., y muchos llegan con lágrimas en los ojos», señaló conmovido. Hoy continuará el Besamanto, y mañana la ciudad despedirá a su patrona.