El rostro risueño de Celestina Jiménez no refleja su siglo de vida, como tampoco su cuerpo menudo. ¿Deberían estar ajados, algo marchitos? Posiblemente, pues no en vano por ellos han pasado ya cien largos años, muchos de ellos difíciles --perdió a su padre con tan solo 8 años, tuvo a su primer hijo estando su marido en la guerra...--, pero no es algo que en ella se exteriorice. Vital, alegre y con un cutis que ya quisieran para ellas muchas jovencitas, esta cacereña criada en la barriada de San Blas cumplió ayer cien maravillosos años.

La celebración de su centenario hizo que para Celestina ayer fuera un día especial. Desde primera hora de la mañana su casa, la que en el tercer piso del número 6 de la calle Alcántara ocupa desde hace más de 50 años, fue un continuo ir y venir de gente, algo que ella agradeció con simpatía. Acompañada por su hija y su yerno --su hijo estaba fuera--, y algunos de sus 5 nietos y 13 biznietos, recibió con cordialidad a cuantos la visitaron, entre ellos la alcaldesa, Carmen Heras, que acompañada por la concejala de Asuntos Sociales, Marcelina Elviro, y responsables del programa de ayuda a domicilio, del que es beneficiaria, acudió a felicitarla.

Con todos compartió Celestina recuerdos --sigue manteniendo una memoria envidiable--, unas pastas e incluso un vaso de vino dulce que también ella degustó, demostrando que, como ella misma aseguró, tiene una salud de hierro. "Nunca he estado mala, solo padezco un poco del estómago porque tengo una úlcera", algo que no le impide comer de todo. "Lo que más me gusta son las sopas y el arroz con leche", dice para rápidamente añadir: "bueno y las castañas pilongas con leche", que ayer mismo ya había comido.

"No me puedo quejar, pues la verdad es que estoy muy bien, como de todo, sigo haciendo todas las tareas, la comida, y puedo seguir viviendo sola en mi casa", va comentando mientras anima a la alcaldesa a recorrer las estancias de su casa para mostrar fotografías de su marido, fallecido hace ya 18 años; de sus nietos; e incluso de ella cuando era joven.

Y cuando las visitas comienzan a marcharse en Celestina se aprecia un cierto pesar, el de no poder acompañarles a la calle. "Siempre me ha gustado mucho salir a pasear, y mi único problema es que ya no veo del todo bien y no me atrevo a hacerlo sola, pero aunque no puedo salir todos los días como me gustaría, procuro al menos bajar a por el correo para obligarme a caminar", algo que es toda una proeza si se tiene en cuenta que vive en un tercero sin ascensor. Este hecho, llevar más de cincuenta años subiendo y bajando los empinados tramos de escalera hasta su vivienda es, dice ella, "posiblemente" el secreto de la vitalidad que aún conserva a sus ya cien años cumplidos.