Los artistas cacereños Juanjo Guerra y Sara Mínguez proponen un maridaje entre música contemporánea y pintura en el centro de exposiciones de la plaza de San Jorge hasta el próximo 3 de diciembre. Con una apuesta diferente y creativa para sorprender al público, los autores han logrado que el proyecto Cuadro sonoro reciba una de las ayudas Francisco Zurbarán para artistas plásticos de la Consejería de Cultura.

Pero lo han hecho también con la ayuda de amigos. En esta instalación suenan en directo el saxofón de David Alonso, el acordeón de Silke Lange y la viola de Fernando Agúndez. Todos los instrumentos acompañan a las composiciones de Mínguez, profesora en el conservatorio Hermanos García Berzosa, que se ha inspirado observando las texturas de los cuadros de Juanjo Guerra.

¿Pero cómo consiguen esa fusión entre música y pintura? "No queríamos que fuera una exposición ambientada por músicos ni un concierto con una decoración exquisita", explican en primer lugar sus autores para precisar a continuación que la instalación se concibe como "como comunicación sin palabras, a través de la pintura y la música".

Trabajo conjunto

A ambos creadores les motivó desde el principio la idea de trabajar con música en vivo. "Fue una casualidad que nos conociéramos", recuerda la compositora, que ha estudiado las obras del pintor para darles forma musical en el espacio del centro de exposiciones San Jorge. Hasta la colocación de los cuadros se ha realizado acorde con la música. Los interesados tienen la oportunidad de asistir a los tres pases programados hoy (19, 19.30 y 20 horas) para disfrutar de arte e instrumentos al unísono.

La mecánica es bien sencilla: mientras el público recorre los pasillos, los músicos se colocan por zonas detrás de biombos. La acordeonista alemana Silke Lange recuerda cómo ha habido incluso espectadores que se asomaban con curiosidad para ver quién estaba tocando.

En las composiciones de Mínguez han quedado reflejados los trazos gruesos de cuadros o sus cambios estéticos, volcados en sonidos que convierten esta instalación en un apetecible menú de música y pintura para comensales ávidos de platos nuevos.