-Usted fue el hombre que trajo a Fidel Castro a Extremadura, ¿puede relatar cómo se fraguó esa visita histórica?

-En aquel tiempo trabajaba en el Área de Relaciones Internacionales del gabinete del presidente Ibarra. Junto a Miguel Rojas Mix, director del Centro Extremeño de Cooperación con Iberoamérica (Cexeci), habíamos desarrollado muchos proyectos en Cuba y teníamos buenos contactos allí. Coincidió que en 1998 el Cexeci organizó una exposición conmemorando el centenario de la pérdida de Cuba y Filipinas inaugurada en España, Puerto Rico y La Habana. Luego hicimos coincidir la apertura de esa exposición en la Casa de América de La Habana con la visita de una delegación de Extremadura encabezada por el presidente Ibarra. El trabajo más duro fue conseguir una entrevista con el comandante. En todo momento nos decían que «bueno, puede ser, ya veremos...», pero realmente no nos confirmaron la entrevista hasta 24 horas antes, cuando ya estábamos en La Habana.

-Detalle esa entrevista...

-Fidel estaba convencido y encantado de poder ver al presidente Ibarra, una personalidad muy relevante en el socialismo español. Aquel era un momento muy importante en las relaciones de España y América Latina, y nosotros, igual que otras comunidades autónomas de España, hacíamos mucha cooperación; y no era una cooperación ni con el régimen ni con Fidel sino con el pueblo de La Habana: la reconstrucción del Malecón, obras que desarrollaba el historiador habanero Eusebio Leal, un personaje fascinante; y también trabajamos en algunas unidades del hospital Hermanos Ameijeiras. Aunque no lo sabíamos, Fidel estaba al tanto, tenía muchas ganas de conocernos. Además aquella fue una delegación muy interesante porque acompañaban al presidente y a su equipo, el jefe de Gabinete, los consejeros de Cultura, Bienestar Social y Economía, tres directores de medios de comunicación y el rector de la Universidad. Cuando nos faltaba un día para marcharnos de La Habana, nos llamaron del Palacio de la Revolución comunicando que el comandante nos atendería. Fidel se entrevistó con Ibarra durante dos horas más o menos. Cuando terminaron, cerca de medianoche, nos invitó a tomar un aperitivo. Como curiosidad diré que había distintos tipos de bebidas, ron, vino... y dos vasitos pequeños; Fidel cogió uno y yo hice lo posible por coger el otro, para saber qué bebía el comandante, y uno puede pensar que bebía ron, pues no, bebía whisky. Nos invitó a cenar, estuvimos no sé cuantas horas, pero vi las cinco de la madrugada en mi reloj. La conversación fundamentalmente estaba presidida por Fidel y los comentarios y preguntas que le hacía el presidente. Hizo un repaso de su vida en la Sierra Maestra, de los personajes que todos conocemos de la revolución cubana como Che Guevara o Camilo Cienfuegos, lugares míticos como playa Girón, los cientos de atentados que se habían organizado contra su vida por parte de los enemigos de la revolución, cubanos en el exilio o algún gobierno vecino, y un repaso a la geopolítica de los años 60, 70, 80 y 90 con una brillantez y una clarividencia impresionantes. Estábamos ante un personaje que había vivido momentos importantes de la historia habiéndose convertido en un protagonista principal de la segunda mitad del siglo XX.

-¿Fidel Castro aceptó visitar Extremadura, cómo lo recuerda?

-Ya no es que aceptara, es que lo forzó. En la reunión en Cuba, el presidente Ibarra le dijo que estaría encantado de recibirle. Estaba enamorado de la Torta y decía que quería comerse una en Extremadura, porque seguramente le sabría mejor. Unos meses después de aquel primer encuentro en La Habana, se produjo la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado en Oporto y según cuentan, estando con el Rey le dijo: «Quiero visitar a mi amigo Ibarra, que me han dicho que está relativamente cerca de aquí». Le preguntó el Rey: «¿Cuándo le quieres visitar?». Fidel contestó. «Mañana». Don Juan Carlos sugirió: «Tendrás que hablar con Aznar». De modo que Fidel se fue para Aznar, que estaba por allí, y le dijo lo mismo: «Oye, que mañana me voy a Extremadura que quiero saludar a Juan Carlos». Y el presidente le contestó: «Bien, siempre que luego pases por Madrid y me visites a mí también».

-Y llegó a Mérida...

-Sí. Recuerdo que el sábado por la tarde recibimos una llamada de Román Bolaños, jefe de la secretaría de la presidencia de la Junta; cuando llamaba Román en fin de semana era para echarse a temblar. Llamó en su estilo lacónico, breve pero muy eficaz, y nos dijo que nos fuéramos corriendo a Presidencia, que venía una avanzadilla de Cuba porque el jefe del Estado Cubano se iba a presentar en 24 horas en Mérida y había que preparar todo. Venía una comitiva importante y había que organizar su alojamiento y seguridad, ciertas atenciones, encuentros con la prensa, con el gobierno de Extremadura y otras autoridades. Y todo esto se organizó en 24 horas. Fue una experiencia inolvidable. De todas las cosas que vivimos con él, recuerdo a los varios cientos de militantes comunistas de distintas partes de España que acudieron para saludar a Fidel y que se apostaron en la plaza del Rastro. Lo que más me impresionó fue el encuentro con la prensa que se organizó en el Teatro Romano de Mérida. Los periodistas estaban enfrente, muchos haciéndole preguntas complicadas, intentando buscarle las cosquillas, y después de varias respuestas del comandante y de un intercambio entre ambos, todos los que estaban allí, prendados, se pelearon por hacerse una foto con él. Fue ver en acción a un auténtico animal político.

-Pero Fidel era un dictador...

-Sin duda, lo que ocurre es que hay que recordar en qué circunstancias llegó al poder. Cuba era un garito de las mafias norteamericanas, donde la prostitución, el juego, las drogas y cualquier tipo de actividad ilegal campaban a sus anchas. La educación o la sanidad eran las de un país del tercer mundo. Fidel se había revelado contra la dictadura de Batista, organizó una revolución y la ganó. Los primeros años de la revolución fue casi impecable. Cuba en pocos años tuvo unos parámetros sanitarios que no tenían ni los países europeos. La mortalidad infantil, que es una de las cosas con las que medimos el desarrollo de un pueblo, rápidamente se puso en los niveles de los países más desarrollados. La educación, también, toda la gente tenía acceso a ella, incluso a la universidad. Pero en efecto, se produjeron purgas, juicios sumarísimos, ejecuciones, encarcelamientos o exilio para los opositores al régimen.

-Fidel ha fallecido y ahora el futuro de la isla es muy incierto...

-No creo en el Estado Nación, es un concepto de hace 300 años que ha quedado obsoleto, especialmente en Europa, y creo más en los procesos de integración inteligente. Por eso, Cuba debería tomar partido por un proceso de integración latinoamericano o caribeño centroamericano. Me parece que es un modelo más interesante que el de la Alianza del Pacífico y la Alianza del Atlántico, que está más basado en las relaciones de exclusividad económica, y yo prefiero modelos basados en la integración de las personas. Cuba debe incorporar su experiencia en el desarrollo de políticas sociales y al mismo tiempo ir progresivamente abriéndose a un modelo democrático aceptado por toda la comunidad internacional.

-Fidel desconfió de Estados Unidos. ¿Opina usted lo mismo?

-No hombre, es que generalizar sobre los Estados Unidos sería demasiado simple. Creo que Fidel perdió una oportunidad con Obama. Una foto juntos anunciando que se abrirían las prisiones para los presos políticos y que se firmaría un modelo de relaciones entre Estados Unidos y Cuba más ambicioso que el que había en ese momento hubiera sido un legado impagable.

-Si Trump cumple sus promesas, los dos países volverán al agotador enfrentamiento que caracterizó su relación desde que Fidel emprendió su revolución socialista y puso a Cuba en la primera línea de la Guerra Fría...

-Estados Unidos tiene que tener una relación con Cuba, igual que con América Latina, de mayor respeto del que se tenía durante la Guerra Fría. Utilizando mecanismos multilaterales se podría llegar a un modelo de relaciones en el que de forma tranquila se facilitara una transición de Cuba a un régimen de libertades.

-¿Qué tiene que aprender Europa del modelo cubano?

-La valentía, el dejarlo todo por unos ideales, una forma de ver la política pensando en el desarrollo de servicios públicos, la igualdad y la integración de la mujer en el mundo laboral. Es verdad que Cuba restringió libertades como las sexuales o de opinión, con lo cual hay la sombra de un régimen dictatorial, aunque de izquierdas, en el cual no me gustaría que mi país se viera envuelto. En el 89-90 se debía haber puesto punto final a ese modelo, al igual que se hizo en Europa oriental, y haberse abierto a una transición democrática tranquila, de la mano de la UE y de España. Y esa fue una oportunidad perdida.

-¿Entonces no era la de Fidel la libertad de la izquierda?

-No. No es la consideración de izquierdas de mi generación.

-¿Supo realmente Castro transformar la humanidad mediante el socialismo revolucionario?

-No lo creo. Todavía en Chile hay gente que te dice que Pinochet lo hizo bien, y aquí en España había gente abducida por Franco. Es decir, ahora vivimos el mayor periodo de libertades de nuestra historia y esto es más recomendable que la dictadura de Franco o que la propia República. De modo que los sistemas democráticos que se han desarrollado en Europa en los años 60 y 70 son a los que debemos aspirar.

-Usted ocupa el puesto de secretario general de la ARFE en un momento clave para Europa. ¿Cómo hay que reconectar con unos ciudadanos desorientados para volver a crear una UE influyente que tenga un proyecto de futuro y esperanza para todos?

-Tenemos muchos servicios e infraestructuras gracias a Europa. Europa realiza un ejercicio de solidaridad que ha durado más de medio siglo y que nos ha llevado a cuotas de bienestar impensables hace medio siglo. Las fronteras son las cicatrices de la historia y eso hay que ponerlo en valor especialmente en el último año, con el auge de los nacionalismos y el riesgo de desintegración de un proceso que nos ha costado tanto conseguir.

-La crisis económica ha supuesto instaurar en la zona euro lo que podríamos denominar ‘un estado de incertidumbre’. ¿Qué mecanismos hay que aplicar para atajar esta situación?

-Más Europa y menos nacionalismo. Un país solo en una economía interconectada no puede llegar a ningún sitio. Es impresentable que en 2017 más del 50% de los jóvenes de algunas regiones españolas estén desempleados. Hay una falla importante entre el sistema educativo y la actividad productiva y eso es responsabilidad del Estado.

-¿A tenor de lo sucedido en Inglaterra con el Brexit, Europa ha sabido conjugar la soberanía nacional con la integración?

-No. Ahí está la clave. El ejercicio de solidaridad no es solo económico sino también de cesión de la soberanía consiguiendo que tengamos un Parlamento Europeo con mayor poder legislativo y una Comisión Europea que sea un auténtico poder ejecutivo.

-¿Estima que las dificultades que tuvieron los países a partir de 2010 pusieron de manifiesto el disparate de una unión monetaria sin una unión bancaria?

-No podemos tener un régimen regulador de la actividad económica tan diferente como el que hay entre Alemania e Irlanda, por ejemplo, porque al final la ciudadanía percibe que el proceso de la Unión Europea está incompleto.

-¿Y no piensa que se ha puesto demasiado énfasis en el aspecto económico frente al social?

-¿Pero hasta qué punto la política nacional está controlada por los poderes políticos y no por los poderes económicos? Hemos perdido la oportunidad de poner a la política por delante de la economía y no lo hemos conseguido.

-¿La Unión Europea se ha olvidado de la dignidad humana ultrajando a los refugiados?

-Sí. Se han vulnerado los principios fundamentales de la Unión Europea. No es santa de mi devoción, pero mire, Angela Merkel es la política más valiente de la UE. Fue la primera que dijo: «Vale, yo recibo a un millón de refugiados». Vivo en Berlín, he visto llegar a miles y miles de refugiados y en cuestión de 15 días fueron ubicados y recibieron su tarjeta sanitaria. Alemania tiene vocación de seguir siendo un motor industrial y necesitan incorporar ya no un millón sino 10 millones de trabajadores en los próximos 30 años y si no vienen de una manera, que vengan de otra. ¿Si vienen huyendo de la guerra cómo vamos a cerrarles las fronteras si egoístamente les necesitamos para planificar el futuro de Alemania? Y esto debería hacerlo Europa en su conjunto.

-Hablemos ahora de su partido, el PSOE. ¿Susana Díaz tiene liderazgo para ponerse al frente?

-Susana debe tener liderazgo en Andalucía.

-¿Rechaza el adelanto del Congreso como piden los críticos?

-Hace mucho tiempo que no tengo vida orgánica en mi partido, pero creo que ha llegado el momento de que haya congreso.

-¿Cree que ha mejorado la nota del PSOE tras su abstención para facilitar el gobierno del PP?

-Sí. España es un país demasiado importante para Europa como para que estuviera sin gobierno.

-¿Qué postura debe adoptar el PSOE ante la cuestión catalana?

-La de toda la vida. La del diálogo. Mayor debate que el que han tenido el PSOE con el PSC no ha tenido nadie, y la realidad catalana es innegable.

-¿Qué hay que hacer para convencer a los jóvenes de que la mejor opción para este país es un gobierno socialista?

-Tener un buen programa y explicarlo bien.

-Defina al presidente Ibarra...

-Uno de los políticos más interesantes que ha dado este país.

-Y para terminar, usted es médico, ¿qué es un médico?

-Un médico es un regalo del sistema para la ciudadanía.