Echa uno un vistazo a alguna de las personas que tienen la medalla de oro de Cáceres y se le quitan las ganas de que se la concedan. No sabemos qué le debe la ciudad a alguno. Lo de Franco, se entiende, pues España era suyo como la calle era de Fraga. Quienes más han hecho por la ciudad, como Dionisio Acedo, reciben una de plata. Y si se trata de hijos adoptivos la cosa es más chusca, pues resulta que hicieron hijo adoptivo a Trillo, que tuvo el honor de silenciar a la ciudad y provincia manu militari para que no se escucharan sus protestas por el trasvase del Tajo. Al parecer, lo que interesa al ciudadano no es a quién se le concede, sino quién lleva en sus caras. Porque se puede quitar a san Jorge, que quizás ni siquiera existió, pero lo de la Virgen de la Montaña es que no tiene nombre. Y es que Cáceres sin la Virgen de la Montaña es como Venecia sin laguna. Y encima para poner lo de Patrimonio de la Humanidadm que ya está uno empezando a hartarse de este tema porque mucho patrimonio y muchas gaitas pero la ciudad cada día es más incómoda. Es cierto que hay gente no creyente, pero en la Virgen de la Montaña cree todo Cáceres. O sea, que no es una cuestión religiosa. Es algo que se tiene por el hecho de haber nacido en Cáceres. Como la calle Caleros o Fuente Concejo. Y pasa lo que tenía que pasar. La Virgen nos ha castigado por quitarla de la medalla. Se la dieron al Cimov, y lo cierran. Se la dieron a la Universidad y suspenden mucho. Y es que, como no tienen a la Virgen, las novenas que hacen algunos para aprobar no surten efecto.