Productos de la huerta, dulces, chacina, macetas y hasta una mantilla. Todo esto y más se subastó ayer en la mesa de ofrendas del Nazareno, instalada en el atrio de la iglesia de Santiago y por la que pasaron vecinos y hermanos de esta cofradía para revivir una tradición que se remonta al siglo XV.

Ni el viento ni la amenaza de lluvia fueron obstáculos para que se repitiera una costumbre en la que han colaborado desde siempre hortelanos y amas de casa. Ayer no faltaron los espléndidos pimientos rojos de Lorenzo, en un guiño a la historia, ni tampoco los mojicones de las embarazadas.

César García, mayordomo de la cofradía, estaba satisfecho con la respuesta del público un año más, aunque echaba de menos una gran calabaza que alguien traía habitualmente: "Mantenemos una tradición del siglo XV que se ha celebrado todos los años. Lo que recaudamos de la subasta nos sirve para adornos y flores".

A la convocatoria, que coincide con la fiesta de la Exaltación de la Cruz de la cofradía, se unieron también ayer las mujeres con la venta de roscas a 50 céntimos junto a la puerta de la iglesia. Este año la pieza más cara de la subasta fue donada por la asociación de damas de mantilla. Una pieza tenía un precio de salida de 60 euros. Entre lo más asequible, el vino, a cinco.

Con ese aroma de lo auténtico, Santiago recuperó ayer una de las postales del Cáceres de siempre, ese que enseña tradiciones en las que la generosidad manda. Todo lo que se regala a la mesa se subasta. Y si no, para el resto están los hermanos del Nazareno. La cofradía logra entre 600 y 900 euros cada año. Es el triunfo de la intrahistoria de la ciudad.