Yeimy Minaya, ecuatoriana de 21 años, tiene nostalgia de su país. Vino a Cáceres en busca de un futuro mejor para su marido Gustavo y su hija Alexandra, de tres años. "Mi hermano sigue allí y me dice que las cosas van peor", responde sobre la posibilidad de cruzar de nuevo el Atlántico.

Empleada de hogar, se siente agradecida a las familias que le han dado trabajo desde que llegó y reconoce que ha tenido más suerte que otras compatriotas que han sufrido abusos. Afirma la reforma del Reglamento de Extranjería le ayudará a regularizar su situación. "Mis jefes me harán un contrato con las horas necesarias para que puede pedir el permiso", aunque también se plantea la opción de acogerse a la figura del arraigo después de tres años en Cáceres.

Yeimy asegura que su experiencia no le permite poder quejarse. "Hay gente racista y otra que no, igual que todos. Nunca he tenido problemas. Quiero muchísimo a mis jefes y siento que ellos también me aprecian". Su cara sonriente es el espejo de su vida en Cáceres.