Post festum, pestum", decían los romanos: "después de la fiesta el vómito". Ahora diremos "Post Pestum, festum", pues no otra cosa que una fiesta es lo que nos ofrece Ana Hernández tras su periplo en la monumental ciudad italiana de Pestum. Entras en el Gran Café de Cáceres y encuentras la impoluta camisa de Ana. No la cierran unos botones sino un broche que no es sino una decorativa cerradura. A su lado una llave. Si eres perspicaz comprenderás que has de utilizar la llave para abrir la camisa y solo así descubrirás a Ana en todo su esplendor natural.

Mas como no es una camisa real sino un cuadro, deberás encontrar la llave que abra cada uno de los cuadros y así podrás desentrañar el mensaje que intenta transmitirte la pintora. Porque en los cuadros de Ana todo es lo que es, pero nada es solamente lo que es. Creerás percibir ecos del espíritu de De Chirico y quizás recuerdes a Freud. Te parecerá ver un Dalí que hace brillar los colores y los deja bailar y jugar con el aire o con el agua, sea mar o nubes.

Tendrás la sensación de que la realidad de la que procedes se ha quedado fuera del café y de que estás ante la realidad deseada y por lo tanto transformada, como diría Friedrich Nietzsche, por una voluntad capaz de modificar incluso el tiempo pasado. Dice la leyenda que Zeus fulminó a Morfeo por haber revelado secretos a los mortales a través de los sueños, sin embargo Ana continúa acunándose en sus brazos para desvelarnos los secretos de la realidad desde sus propios sueños.