En nuestros tiempos lo único móvil que había en la escuela era la vara del maestro. Y el cepillo de borrar. Puesto que los maestros ya no tienen vara ni borrador, pues el encerado está siendo sustituido por una pizarra digital, han proliferado los teléfonos móviles. Los inventores de tales aparatos estarán sorprendidos del uso que le dan nuestras criaturitas. Jamás pudieron imaginarlo pues parecían ir dirigidos a negocios y urgencias y ningún jovencito tiene negocios y urgencias suficientes como para hacer tanto uso de ellos.

¿Para qué quieren un teléfono móvil durante las horas de clase?, ¿y para qué querías tú los bolindres o el tirachinas? Dicen que enredan con él durante las explicaciones y que se distraen. Tú también enredabas con los bolis y te distraías. Imagínate la que se hubiera armado si los hubieran prohibido.

¿Se hubiera armado alguna? Los padres lo hubieran apoyado incondicionalmente, las opiniones de los chiquillos no hubieran aparecido en la prensa ni nadie les hubiera consultado y en lugar de distraerse con esos artilugios lo hubieran hecho con otras minucias. Porque había clases en las que era saludable distraerse. ¿A que hay clases en las que no suena nunca el móvil mientras que en otras lo hace con frecuencia?