En el Gran Teatro de Cáceres había expectación la mañana de ayer, chavales de diferentes colegios habían venido a escuchar a la Orquesta de Extremadura. Excursión y concierto, lo mejor de lo mejor. No sé si alguno de ellos tiene sinestesia, la maravilla de ver colores cuando se escucha música, aunque lo cierto es que ´fliparon´ en colores.

Dux y Comes, los conductores del evento, tenían la misión de llevar al auditorio por diferentes geografías gracias al país de nacimiento de los compositores elegidos: el nacionalismo se cura viajando.

Francia de la mano de Charpentier; ¿Italia? Savater mantiene que de no existir habría que inventarla, pero es que Boccherini es muy español; ´La trucha´ de Schubert nos llevó hasta Austria; Bach, de la mano de una de sus maravillosas cantatas (la número 147), al cielo; Mozart, el genio, nos indicó con una serenata cuál es el camino, y Brahms, aunque nacido alemán, trajo a Hungría cabalgando a lomos de un brioso corcel; al escucharse el ´septimino´ de Beethoven hubo murmullo general (la música de ´Erase una vez el hombre´); estuvo presente Rusia gracias al ballet más famoso del mundo, El cascanueces, de Tchaikovski; Ravel, Francia y su bolero, "in crecendo" hasta la locura; Gershwin rapsodiando nos llevó al jazz ("yes , we can"); y con el británico Elgar todos fuimos súbditos de Su Graciosa Majestad. Por si esto fuera poco, Jiménez, al final, nos invitó a una boda, la de Luis Alonso.

Millones de aplausos para la Orquesta de Extremadura por estos conciertos didácticos.