Un local con más o menos historia, un ambiente agradable, servicio notable y bebida/comida de calidad. Pasear un sábado por la tarde-noche por la parte antigua de Cáceres es ya un ejercicio provechoso. Lo probé el pasado fin de semana y la velada tuvo un balance óptimo.

Asistir a un concierto en El Corral de Las Cigüeñas, tomar una cerveza en la Puerta de Mérida, cenar en La Cacharrería y terminar bebiendo una copa en El Mastropiero fue el plan, no previsto en el guión, plagado de interrogantes. Se podría uno haber dirigido al Mistura, a Las Caballerizas, al Habana, a Las Claras o al Pequeño Gin, alternativas ya tradicionalmente muy válidas, pero eso lo dejaremos para otro día.

Uno, que no se prodiga mucho, se queda especialmente con la sorpresa de entrar en La Cacharrería, antiguo Aldana, donde quizá el mejor síntoma es guardar una cola --sí, cola-- para entrar, acompañado por unas misteriosas vírgenes (foto) y que después se aderezaron con unas tapas-raciones muy bien hechas, de precios muy asequibles (4.50 casi todas) y abundantes. A veces, los pequeños-grandes placeres de la vida se concentran en espacios mágicos como la ciudad vieja de Cáceres, en cuyo viaje siempre te queda la sensación de que, sin embargo, no está lo suficientemente explotada.

Aun así, me reitero en que patear nuestro espacio 'catovi' más universal es una práctica saludable, recomendable para todos. Una exquisita práctica.