Cuanto más descienden los alumnos, más suben los costes, y cuanto más costes hay, menos alumnos quedan. El sector del transporte escolar cacereño atraviesa una época aciaga y la mayoría de los empresarios ya hablan abiertamente de crisis. El número de niños se ha reducido drásticamente a la mitad en los últimos años y sólo mil han contratado este servicio para el nuevo curso. Las razones son varias: menos nacimientos, gasóleo más caro, mayores exigencias legales y fuerte competencia de un autobús público subvencionado.

La situación se deriva de los colegios privados, cuyas Apas negocian directamente con las empresas del transporte (la gestión de los centros públicos compete a la Administración). Pues bien, la tarta de los recintos privados es cada vez menor y el número de líneas no para de descender. "Hace pocos años se prohibió que fueran tres alumnos en dos asientos, y pasamos de llevar 80 a 55 niños por autobús, además de un cuidador y otros requisitos. La tarifa por escolar tuvo que encarecerse", explican fuentes de la empresa Blanco. De hecho, si hace dos años costaba unos 48 euros por plaza, ahora se ha elevado hasta 60 y 70.

Todo ello pese a que los profesionales intentan contener los precios para no perder más líneas. "Los carburantes han subido un 20% en cinco meses, hay que pagar el mantenimiento del autobús y el chófer, y hacemos esfuerzos para no repercutir estos costes en la tarifa", señalan los empresarios. Además, el descenso de la natalidad ha perjudicado al sector, al igual que la jornada continuada: "Los horarios del colegio se han aproximado a los del trabajo, y los padres se organizan para ahorrarse el transporte. Pero el hecho de dar dos viajes menos al día tampoco nos beneficia, porque los gastos fijos son casi los mismos", precisan.

COMPETENCIA PUBLICA Paradójicamente, el traslado de los colegios privados al extrarradio no les favorece. "El autobús urbano ha creado numerosas paradas, y aunque nuestro servicio es más cómodo y seguro, no podemos competir con sus precios y subvenciones, que por cierto pagamos entre todos", lamentan.

Un futuro poco halagüeño para una actividad de la que viven 10 empresas, 50 empleados (la mitad que hace pocos años) y unos 30 autocares. "Además, Cáceres no nos ofrece otras alternativas. No hay fábricas, ni aeropuerto, ni largas distancias, ni grandes visitas turísticas, ni el antiguo CIR", concluyen.