L a continua y lacerante llegada de “pateras”, lanchas de plástico y barcos de todo tipo, atestados de gentes africanas, libios, sirios, sudaneses y de otras procedencias y razas, provocando una verdadera ‘marea’ de poblaciones hacia las costas del sur de Europa, está provocando entre nosotros sentimientos muy contrastados, pasiones muy acentuadas y viejos prejuicios históricos, que muchos creíamos ya superados. Los sentimientos proceden de las dolorosas imágenes de niños ahogados. Iván Turku fue, quizá, el más doloroso y sonoro; pero, actualmente son ya miles y miles de niños y niñas los que han perecido en las procelosas aguas del ‘Mare Nostrum’. como víctimas inocentes de la actitud egoísta y avara de los países de la Unión Europea; que, en su inmensa estulticia, prefieren costear la “piratería” de los traficantes libios y turcos, que cobran a los refugiados que huyen de las guerras y de los regímenes infames de los países africanos o sirios; que ayudar a las naciones sometidas y a sus poblaciones, para echar a los delincuentes que las gobiernan -impuestos y sostenidos por los países occidentales y por USA-; y para devolverles los recursos, riquezas y ganancias que Europa les esquilmó, cuando los redujo a ‘colonias’.

Cuando esclavizó a gran parte de ellos y cuando fundó las Compañías Coloniales -en Londres, París, Berlín o Bruselas- para extraer de África sus grandes recursos; dejando en la indigencia a las tribus y pueblos que habitaban aquellos enormes espacios.

Solo hay que leer someramente la Historia Contemporánea, para saber que los países europeos dominaron a la totalidad del Mundo durante la segunda mitad del siglo XIX. Que pusieron el mapa de África encima de una mesa - para terminar la Conferencia de Berlín de 1884-85 - y pactaron entre ellos repartirse todo el Continente, de acuerdo con los intereses económicos y con la potencia militar de cada Estado Imperial o de cada reino Europeo de entonces; dejando solamente como independientes a Etiopía, que era un Imperio Cristiano encabezado por ‘El Negush’ y al pequeño territorio de Liberia, creado por USA, en la costa de Guinea, para ubicar en él a todos los esclavos manumitidos en Estados Unidos, por la abolición de la esclavitud; para que se gobernaran por sí mismos, como estado asociado de la Unión.

África fue entonces saqueada por las empresas europeas; por las Compañías de Indias -especialmente creadas para ello-; de las que eran accionistas los reyes de Inglaterra o el de Bélgica, los emperadores de Alemania y Francia, los magnates políticos y castas económicas de las metrópolis; que perpetraron, incluso, verdaderos genocidios para conseguir mayores dividendos.

A aquella vergüenza histórica, se suma hoy la de abandonar a su suerte -siempre mala suerte- a los desgraciados que tienen que abandonar sus países, aplastados por dictaduras impuestas también desde Europa; a las que la Unión Europea paga, además, para que detengan o desvíen la riada de refugiados que llaman a sus puertas. Aunque ya estén tapiadas y rematadas por concertinas.

Es hora de una reflexión puntual de Europa frente a sus víctimas; y de un propósito de enmienda para no volver a cometer los mismos atropellos, abusos y crímenes del pasado; procurando también “pagar” una penitencia; como la de acoger y dar refugio digno a estos desgraciados, en vez de cerrarles las puertas y esperar a que desaparezcan en la indigencia del desierto o entre las olas del Mediterráneo.