--¿Por qué empezó en la cuarta?

--Cuando se abrió la unidad el personal que empezamos fuimos un poco obligados, no éramos personal fijo, sino interinos y comisiones de servicio. Era una unidad de nueva creación. Ahora llevo 14 años.

--¿Le costó adaptarse?

--Mucho, sobre todo por el tipo de pacientes. No sabía si iba a poder soportarlo. Ahora me alegro muchísimo. Es una unidad muy especial, las unidades oncológicas son mágicas. Para llevar el trabajo es muy importante la unión del personal, nos ayudamos, Hacemos cosas fuera de la unidad para unirnos, una comida, salidas, reuniones,... Eso te ayuda a unirte.

--¿Cómo es el día a día de los enfermeros que atienden la planta?

--El día a día es estresante porque trabajamos con la enfermedad, el sufrimiento, el dolor o la muerte, algo que nos asusta a todos. Además de la carga emocional que tenemos, está la carga de trabajo técnico, por la cantidad de tratamientos que administramos, hacer analíticas,..., todo corriendo. Tenemos, desgraciadamente, poco tiempo para cuidar, una labor que también es nuestra porque todo el equipo de enfermería también es cuidador. A veces hay pacientes que te demandan hablar con nosotros porque acaban de darles una mala noticia y quieren que les consueles desde el conocimiento, muchas veces no les dedicamos el tiempo que necesitan.

--¿Esa falta de tiempo se supliría teniendo más personal?

--Sí, más personal y más recursos. Pero la cuestión es intentar organizarse. A los alumnos que vienen de prácticas les digo que hay que intentar actuar en todo momento, mientras pones el tratamiento hay que aprovechar para hablar con el paciente y escucharle. Muchas veces no hace falta hablar, en nuestro trabajo es muy importante la comunicación no verbal, el mirarle a los ojos, tocarle en el hombro, que se sientan seguros de que la persona que les está cuidando es una persona fuerte.

--¿Qué enfermos hay en la unidad?

--Tiene cuatro especialidades: Oncología, hematología, digestivo y trasplante de médula.

--¿Cuál es la más dura?

--Quizá la unidad de trasplantes porque el paciente está en aislamiento. Está como en una burbuja, completamente protegido porque está bajo de defensas y se le prepara para recibir una médula. Es duro para ellos porque se tienen que aislar de su vida familiar, escolar porque muchas veces son muy jóvenes, o de su vida laboral. Pasan largos periodos de tiempo aislados por lo que se agarran mucho más a nosotros.

--¿Podría contarnos alguna de las historias que recuerde de la unidad de trasplantes?

--Sí, con una chica joven. Yo acababa de salir de la sala de aislamiento y escuché que la paciente llamaba al timbre, le comenté a la compañera que se acercara ella pero la paciente le dijo que quería que fuera yo. Entré en esa habitación y lo que quería era abrazarme.

--¿Qué piensa cuando al cabo del tiempo se encuentra a un paciente recuperado?

--Te emocionas. Al principio no les reconoces porque en la unidad se les cae el pelo y están demacrados. Cuando les ves recuperados y se han quitado ese pijama cuesta reconocerlos. Hoy me ha llamado la atención un paciente y me ha dado una alegría grandísima porque ha tenido una lucha enorme. Ha recibido un trasplante autólogo (de una misma persona) en Valencia. Por estas cosas llevo 14 años en la unidad, en mi vida personal me llena mucho, valoras la vida, vives el segundo y el presente. En un segundo te puede cambiar la vida.

--¿A cuántos pacientes suelen tener en la planta?

--Entre 27 y 30. Por habitación hay dos camas, pero luego están los pacientes que están aislados. Solemos llevar 3 o 4 pacientes por enfermera. El problema es que el personal se mide por número de camas y aquí debía medirse por la carga de trabajo que se tiene con cada paciente.

--¿Qué tratamientos dan?

--Hemoderivados, quimioterapia y antibióticos.

--¿Cómo llegan los pacientes cuando ingresan?

--Llegan con el impacto del primer diagnóstico, de esa mala noticia. Tienen una primera fase de negación. Después vamos viendo cómo lo van aceptando, cómo van luchando y ahí es donde tenemos que estar nosotros.

--¿Tienen formación los enfermeros?

--Sí, somos humanos y también nos emocionamos y nos derrumbamos. Pedimos la formación porque hubo compañeros que no soportaron estar en la unidad, es lo que se llama la fatiga de la compasión, una enfermedad que afecta al personal que está en continuo contacto con el sufrimiento. A partir de ahí pedimos formación y apoyo psicológico.

--¿En qué consiste esa formación?

--Son charlas que nos enseñan a saber actuar y a aprender a tener herramientas que nos ayuden a tener fuerza. El cuidador se tiene que cuidar, es importante hacer cosas que nos gusten fuera del trabajo porque si el cuidador no se cuida, no podrá cuidar. Puedes llorar con el paciente, pero tú eres su cuidadora y no te puedes derrumbar. Hay que tener cuidado también con la empatía, te tienes que poner en el lugar del paciente, pero tienes que salvarle, no te puedes ahogar con él.

--Cuéntenos lo bueno, las personas que salen de esto...

--Es maravilloso encontrarte con los pacientes en la calle, que te llamen, que te reconozcan, que te den ese abrazo fuera del hospital. Hay pacientes que con los tratamientos de quimioterapia tienen un alto grado de padecer esterilidad, se les da la posibilidad de esterilizar el esperma y los óvulos, pero hay veces que no da tiempo. Sin embargo, tenemos experiencias como la un paciente joven y de una chica joven que tenían leucemia. Los hemos visto con sus hijos. Vivir esas cosas es maravilloso.

--¿Qué le diría a una persona que esté atravesando por un cáncer?

--Ellos tienen miedo al sufrimiento y a la soledad. Contra el dolor tenemos herramientas, si un paciente tiene dolor hay que calmárselo, no podemos permitir que sufra. Y en la soledad estamos nosotros para apoyarle, se va a sentir seguro. Las noches les asustan mucho, llaman al timbre y no saben lo que quieren, solo demandan que estés con ellos, que estés ahí para sentirse seguros. Su estado de ánimo es el 50% de la curación, por eso tenemos que ayudarles.

--¿Están en contacto directo con psicólogos de la Aecc?

--Sí, se les brinda a los pacientes porque son una buena herramienta. El problema es que algunos se niegan porque están en esa primera etapa de no reconocer los que les pasa, pero luego sí lo piden.

--¿Se niegan también a estar con los enfermeros?

--Sí. Hubo una paciente joven, con 19 años, con una rabia tremenda por lo que le estaba pasando. Estaba en la unidad de trasplantes. Ella veía que se le escapaba la vida. Tenía dolor, botaba en la cama por la rabia que tenía interna. Me echaba de la habitación, me decía que quería estar sola porque no se iba a curar. En ese momento la dejé con su rabia, le puse un calmante y salí de la habitación. A la hora llamó al timbre. Fui y estaba sentada en la cama llorando. Me senté al lado de ella y no le dije nada. Me miró y me dijo "gracias". Le dije que llorara y que nosotros estábamos allí para apoyarla. Tenemos una labor de psicólogos y sin saber.

--¿Tiene uno miedo de marcharse del hospital después de su turno y que al volver algún paciente haya fallecido?

--Al principio es difícil, pero hay que separar tu vida. Esa preocupación está, porque somos humanos, no tenemos esa coraza que piensa la gente, nosotros sentimos, lo que pasa es que tenemos que saber separar para poder seguir hacia delante.