Las minas de fosfatos se abrieron en 1876 y trajeron el progreso y el ferrocarril a Cáceres para dar salida a las 5.000 toneladas que los cuatro pozos en explotación producían al mes. A su lado se construyó el Poblado Minero en el siglo XIX, el barrio más bello de Cáceres según afirman todos los que pudieron verlo en su esplendor. Casas encaladas con grandes jardines, calles anchas y arboladas con canales de riego por las aceras, una escuela, el cine, la piscina, la iglesia o el parque. Pero el yacimiento cerró en los años 60 y el poblado comenzó a decaer hasta su actual ruina. Las familias que allí habitan son noticia desde hace mes y medio porque se les ha cortado el suministro de agua, pero tampoco tienen alumbrado público, ni limpieza viaria, ni recogida de basura, ni servicio de poda, ni desbroce, ni alcantarillado, ni reformas en calles y aceras.

Los grandes edificios de la vieja mina han sido restaurados con criterios de modernidad. El Embarcadero, el Garaje 2.0, la torre fotovoltaica o el reloj solar muestran que el pasado minero puede ser un filón de futuro. Pero a escasos metros comienza el poblado con edificios en ruinas. El expolio, impune durante décadas, ha acabado con todos sus contenidos (muebles de oficina, vitrinas, instrumental...), y también con tejados, puertas, ventanas... El presidente vecinal, Francisco Luis López-Naharro, exige dignidad para un barrio paradójicamente declarado Bien de Interés Cultural.

El problema es que este pequeño núcleo siempre perteneció a Río Tinto y por ello nunca recibió los servicios municipales. Más tarde fue adquirido por la promotora Placonsa y en 2006, con el fin de salvaguardarlo, la Junta de Extremadura compró el 70% de la propiedad. Hubo incluso un proyecto para rehabilitarlo, pero la crisis lo enterró.

El deterioro es cada día más evidente. El agua ha generado el último problema. El poblado nunca ha tenido su consumo regulado y la decena de familias residentes (en total suman quince) llevan más de 40 días con el suministro cortado, al llegar a un punto muerto las negociaciones con la empresa concesionaria, Acciona. Esta propone instalar un contador general mientras que los inquilinos reclaman contadores individuales para no pagar el agua que, afirman, se fuga por las viejas cañerías de la zona.

El Gobierno de Extremadura se ha comprometido a revisar y mantener la red después de que los vecinos firmen el contrato, pero éstos piden que esas actuaciones se hagan antes para saber dónde ubicar los contadores. "Queremos pagar en igualdad de condiciones que cualquier cacereño", indican los residentes.

LUZ INDUSTRIAL Al margen de este problema, la imagen del poblado habla por sí sola. El alumbrado público es muy escaso porque en realidad no es público: lo pagan los propios vecinos para que las calles no se queden completamente a oscuras. "El contador está situado dentro del Embarcadero y cuando llega el recibo lo dividimos y lo pagamos entre todos, hemos abonado facturas mensuales de 300 euros cada uno. Todavía recibimos corriente industrial", explica Francisco Luis López-Naharro.

El mantenimiento también corre de su cuenta, es decir, los vecinos deben reponer las bombillas rotas y cuidar de la instalación eléctrica, que por cierto es antigua y en varios tramos los cables están invadidos por las ramas de los árboles, con el consiguiente riesgo y el aumento del gasto energético. "Ya le pedimos nuevos cables al ayuntamiento hace tiempo", afirman,

Las calles, sin asfaltar, están llenas de baches que los residentes van cubriendo con sus propios medios, incluso han construido algún badén a modo de montículo de tierra para evitar el paso demasiado rápido de ciertos conductores. Pero en cuanto llueven aparecen numerosos charcos. Tampoco existen tragantes para el agua de lluvia porque en realidad no hay red de alcantarillado: las casas evacuan directamente a pozos ciegos.

Los contenedores brillan por su ausencia. Los vecinos deben desplazarse hasta el Embarcadero o la nueva urbanización de Río Tinto con sus bolsas en mano, sea verano o invierno, "y el problema es que las calles están muy oscuras por la noche, como la boca del lobo", afirman. La limpieza viaria tampoco existe. "Antes pasaba el barrendero que cubre Río Tinto pero hace tiempo que no lo vemos", indican.

Los edificios que se mantienen en pie, muy pocos, están amenazados por el abandono. Los techos y sus grandes vigas de madera se desprenden por momentos, las fisuras amenazan las paredes y en los suelos se acumulan los escombros. Los propios vecinos han clausurado alguna vivienda en ruinas porque las grietas permiten ver incluso el otro lado de los muros. Hay parcelas completas en las que no queda nada y casas viejas donde los antiguos jardines se desbordan por puertas y ventanas. "Este descampado era la plaza de Alfonso XII. Junto al rey de Portugal, inauguró aquí el ferrocarril. También estaban las escuelas. No nos explicamos cómo ha desaparecido todo", lamenta Francisco Luis López-Naharro.

El arbolado tampoco tiene servicio de mantenimiento. Algunos ejemplares de gran tamaño se han secado y amenazan con desplomarse sobre casas y calles, de hecho los hay que se apoyan sobre los edificios y hace unos días cayó una gruesa rama en la vía principal. "Afortunadamente no pasaba nadie ni había ningún coche aparcado", dicen los vecinos, que se reúnen periódicamente para podar ramas y hacer algunos desbroces. Muchas aceras también están invadidas por la maleza. "El abandono es total", denuncian.

"LO QUE NOS CORRESPONDE" Las familias sostienen que no piden nada especial, "tan solo lo que nos corresponde", subraya el presidente. Tienen la sensación de vivir en tierra de nadie, sin servicios públicos. De los edificios colectivos, únicamente la iglesia de San Eugenio se mantiene en buen estado por las reformas que ha sufragado la parroquia de Aldea Moret mediante cuotas vecinales. También se ha recuperado el parque, muy próximo a la nueva urbanización Río Tinto. El resto aguarda entre escombros y maleza.

Los vecinos han creado recientemente la Asociación Minas de Aldea Moret (AMAN) para la defensa del patrimonio. "Tenemos incluso contenidos muy interesantes para abrir un museo, pero necesitamos una mínima atención", concluyen.