La directora, la orientadora y una de las tutoras del colegio Sagrado Corazón fueron juzgadas ayer en el Penal 1 acusadas por su pasividad en un caso de acoso escolar (la última era la responsable del curso en el que estudiaba el alumno víctima de las agresiones). Las tres sostienen que se activó el protocolo, siguiendo los pasos del plan de convivencia del centro. Aseguran que no se abrió expediente porque nunca consideraron que lo que ocurría pudiera entenderse como acoso escolar, sino que se trataba de un conflicto puntual. A día de hoy siguen sosteniendo esta postura, a pesar de que los tres alumnos que le acosaron fueron condenados por el Juzgado de Menores por estos hechos, sentencia que luego confirmó la Audiencia.

Los hechos se remontan al curso 2012/2013 cuando el niño estudiaba 1º de ESO. Tenía doce años. Las docentes fueron denunciadas por los padres del menor al entender que habían hecho dejación de sus funciones, por no actuar para esclarecer lo ocurrido tras tener conocimiento de los hechos. La primera en enterarse fue la orientadora. Tal y como ella declaró ayer, el 13 de diciembre del 2013 tuvo que atender a este alumno porque sufrió una crisis de ansiedad en el recreo. Según ella misma explicó el niño se dirigió a ella muy nervioso y chillando porque se había peleado en el patio con otros. Dice que estuvo sentada con él en unas escaleras diez minutos hasta que le calmó y, acto seguido, le acompañó hasta su aula. Después puso en conocimiento de la tutora y de la jefa de estudios lo que había pasado. En aquel momento no se informó ni a la directora ni a los padres del menor del suceso.

La tutora tomó la decisión de hablar primero con el niño para que le contara qué había ocurrido. «Me dijo que unos niños le habían increpado. De manera vaga me dijo que eran unos niños de 4º de ESO», dijo en el juicio. El alumno no señaló directamente a ninguno pero ella, tal y como declaró ayer, se dirigió hacia el aula de 4º de ESO y recriminó a los tres alumnos «más revoltosos» para que no lo volvieran a hacer. También habló con los profesores que ese día hacían vigilancia en el recreo pero «en ningún momento ninguno vio nada». Asegura que desde el primer momento «como tutora mi primer objetivo es proteger al niño y actué según los medios que consideré y que estaban en mi mano».

POR OTRO COMPAÑERO / Días después de la pelea en el recreo un compañero del niño se encontró por casualidad con sus padres y les contó que éste estaba sufriendo bullying. Fue un fin de semana y el lunes los progenitores acudieron al colegio para comentar con la directora lo que le ocurría a su hijo. Acto seguido, declaró ayer la directora, se puso en funcionamiento el plan de convivencia para «proteger al menor y prestarle apoyo». Informó a la comunidad educativa del suceso en una reunión y ordenó que se intensificara la vigilancia en el patio (se pasó de cuatro profesores a diez). Pidió a la tutora que estuviera pendiente del alumno y que se interesara después de cada recreo, por si había algún otro conflicto. Y a la orientadora le solicitó que se entrevistara con él una vez a la semana. «No se incoó expediente porque no tenía claros los hechos; primero teníamos que confirmarlo», señaló la directora. Durante el tiempo en que se mantuvo activo el protocolo los profesores no se percataron de ningún nuevo conflicto (los padres sacaron del centro al niño un mes después).

La responsable del colegio asegura además que se amonestó a los acosadores: «Los niños no manifestaron intencionalidad de hacer daño y mostraron arrepentimiento», dijo. «Nunca tuvimos consciencia de que fuera agredido, sí que se habían metido con él con barbaridades verbales» y añadió que no informaron a la inspección de educación porque nunca creyeron que fuera acoso: «Acoso es una palabra muy dura y hay que comprobarlo, porque no todo es acoso». La directora hizo referencia asimismo a que el menor, que llegó al centro con tres años, ya había tenido con anterioridad altercados con sus compañeros.

Por su parte los padres, que ayer acudieron en calidad de testigos, manifiestan que en la reunión que mantuvieron con la directora le comunicaron las sospechas de que su hijo sufría «acoso permanente» en el centro. La denuncia que presentan parte precisamente de que, tras esta comunicación, no hicieron nada para frenarlo. De hecho, según la versión de los progenitores, el niño siguió sufriendo bullying después incluso de que se tomaran las medidas extraordinarias para intensificar la vigilancia en los recreos.

TENÍA HEMATOMAS / Los padres señalaron ayer que llevaban meses notando un comportamiento extraño en el niño. En una ocasión incluso llegaron a verle un hematoma en el costado, pero su hijo les dijo que se lo había hecho jugando al fútbol. «Le pegaban, le daban patadas le escupían en los recreos», manifestó el padre ayer. Lo supo por lo que le contaron los compañeros de su hijo. También le insultaban diciéndole: «ruso de mierda, vete a tu país» (el niño es adoptado). «Después de reunirnos con la directora no volvieron a llamarnos. Una vez les pregunté por las medidas que habían adoptado y me dijeron que eso eran medidas internas», agregó el progenitor.

Días después tomaron la determinación de sacar a su hijo del colegio. Tras ello formularon la denuncia en comisaría y se entrevistaron con la fiscal de menores. El forense que atendió al niño le diagnosticó una depresión con tendencias suicidas. Necesitó ayuda psicológica durante año y medio. «Ha estado unos años muy mal, ahora estamos volviendo a ver al niño que era antes», señala su padre.

Ayer en el juicio también declaró como testigo la que en aquel momento era delegada provincial de educación, Pilar Pérez, aunque aseguró no acordarse de nada de este caso. La acusación particular, ejercida por el abogado Emilio Cortés, solicita 18 meses de prisión y cinco de inhabilitación para cada una de las tres docentes. La Fiscalía no considera que haya delito.