El rejoneo es cosa de señoras... De señoras y caballeros. Este sábado, toreaba Nano Bravo, que aparca sus camiones de transporte por las avenidas de El Carneril y Moctezuma, y el bus de Las 300, que para en la plaza de toros, iba lleno de matrimonios maduros: ellas, en batita cómoda, ellos, con la visera resguardando la calva y dos entradas de sol en la cartera. Matrimonios en amor y compaña a disfrutar del rejoneo y el pajoneo.

El rejoneo es el arte de Marialva, o sea lo de Cúchares, pero a caballo, y lo del pajoneo es un vocablo que en Chile significa distracción y en la ciudad feliz lo usan las abuelas cuando la nieta les sale albolarea y callejera. "¡Ay hija!, eres como tu madre a tu edad, todo el día de pajoneo".

En la ciudad feliz , la feria es la quintaesencia del pajoneo, del pasear, el mirar y el enredar. A veces, hay ciudadanos que se creen que esto es una capital fabril y apresurada tipo Gijón, Vigo o Santurce y meten prisa. ¡No se enteran de dónde viven!

Pintores: las 11 y cerrado

Les sucedía a unas damas en Pintores el viernes, que aguardaban a que abrieran las tiendas. Eran las once de la mañana y allí no había manera de comprar zapatos ni medias. Llegaban los comerciantes con cara de juerga, las clientas protestaban y los tenderos dejaban las cosas claras: "Tranquila, señora, que estamos en feria".

Estamos en feria y hoy toca rejoneo y pajoneo. La plaza de la Era de los Mártires está muy mona con los puntinos de colores y el exterior del coso es un bullicio de caballos y megafonías. Cabalgando entre lo castizo y lo cutre, Luis Domecq trota con su yegua por la acera, frente al cuartel. Es un espectáculo cañí que gusta mucho a los pajoneadores que van de gratis.

Cuenta Andrés Amorós en Lenguaje taurino y sociedad que en la vida y en la plaza están el sol y la sombra. En el sol está lo popular y bullicioso y en la sombra, la gente que es o va de elegante y paga más. Además, señala, están los barandas , que son los altos cargos que no pagan entrada.

En la Era de los Mártires había el sábado mucho concejal, a quienes no llamaremos barandas porque no sabemos si pagan o no. Presidiendo estaba el alcalde Saponi con un señor trajeado de traza lusa, como de Portalegre, cuya presencia tenía que ver con una propina fuera de programa: la actuación de los forcados Amadores de esta ciudad que se hermana con Cáceres.

A su vera, aplaudían los concejales Castellano y Lázaro García. En el palco de su izquierda , sólo acertamos a ver a Caperote. Ya abajo, en el tendido de sombra, disfrutaban Nevado, Martín Buenadicha y el edil de moda, José Antonio Villa. Finalmente, en la trasera de grada, o sea, viéndolo todo, Felipe Vela calibraba cabalgadas con las espaldas bien cubiertas de cal y mampostería.

Olía a puro, a España y a café con leche. Mozos con cubos repartían cubatas. "Venga la bolsita de pipas, señora, y el agua fresquita". Y en éstas salió Nano Bravo a caballo y aquello fue la repanocha. Los indocumentados creíamos que estaba en el cartel por pura caridad provinciana. "Como es de Cáceres de toda la vida". Pero qué demonios: es un rejoneador como la copa de un pino y un domador de caballos que ni el tío del anuncio de Marlboro .

Le faltará purismo, pero es arrebatador y divertido: puro espectáculo. Gustó tanto, que en una vuelta al ruedo hasta le tiraron un casco de motociclista y por poco me lo descalabran. Parece mentira que sólo rejoneara seis corridas la temporada pasada.

Fue una divertida tarde de rejoneo: Nano (¿puede haber un nombre más cacereño?), triunfante; los forcados, magullados, ensangrentados y rebozados en arena y testosterona; los concejales, recibiendo parabienes y las señoras de Las 300 regresando pronto en el bus para despedir a la nieta que se iba a la feria: "¡Ay, hija, mira que te gusta el pajoneo!".