Vio desde la carretera la cruz iluminada de la Casa de la Misericordia de Alcuéscar y decidió entrar. Corría el año 1994 y Gary Hornberger, un empresario americano con una de las fortunas más importantes de Houston, conducía por la Comunidad extremeña buscando un lugar donde dormir. Aquella noche fue acogido por la comunidad de los Esclavos de María y de los Pobres, que dedican su vida a atender a más de 70 discapacitados y excluidos sociales.

Desde entonces, este hombre de sonrisas y gesto bonachón se ha convertido en un voluntario más de la casa. Cada año viaja hasta tres veces a la localidad cacereña, fiel a su compromiso con los religiosos, para ayudar a fregar platos, su principal encargo cuando viene a Alcuéscar. La última visita la realizó las pasadas Navidades.

Su historia podría pasar desapercibida entre el voluntariado del centro, pero su otra vida en Estados Unidos la hace diferente. Gary Hornberger se crió en los clubs de élite de Houston. Su familia posee propiedades que han permitido, por ejemplo, conectar la ciudad por tren con el aeropuerto. Ni se atreve a confesar su fortuna.

"Es un caso excepcional", asegura el padre Javier, responsable de la casa, cuando se le pregunta por el voluntario americano. "Ha aprendido mucho español. Cuando llegó, sabía poco. Es un ejemplo de generosidad, sencillez y entrega", asegura el religioso.

Con 61 años, soltero y sin hijos, Hornberger se confiesa profundamente católico. La experiencia en el centro le ha dado otra visión de la vida, acostumbrado a los grandes negocios e inversiones. Pero la felicidad no se compra con dinero, al menos en su caso, al haberla encontrado gracias a los internos de la casa. "Les trato como lo hacen conmigo en los clubs más altos del mundo", señala este hombre, que ha pisado en Madrid la moqueta del Casino y en Londres la de otros clubs como el Carlton, el Oxford o el Cambridge.

Una labor de entrega

A la pregunta de por qué viene cada año a Alcuéscar teniéndolo todo en Houston, responde que "quiere dar amor a los que no lo tienen", recordando que ha conocido casos de internos que fueron rechazados por sus familias y que tuvieron que ser acogidos por el centro.

Enamorado del jamón --"me encanta el de Montánchez", confiesa--, la comida y la historia de España, Hornberger es el más pequeño de tres hermanos, con los que trabaja a diario. Desde la ventana de su despacho puede ver las torres de Houston. Allí disfruta de una vida acomodada, pero tuvo que venir a Alcuéscar para encontrar la felicidad.