Existimos porque somos, pero también existimos contra el otro. De la comparación nacen la humillación o la autoestima. Las ciudades también existen contra las otras y en ese punto la ciudad feliz no iba a ser menos: en Cáceres, uno de los temas de conversación favoritos es compararse con Badajoz mirando de reojo a Plasencia.

Pero no es un caso único. En Extremadura, un periodista local que quiera triunfar sólo tiene que escribir contra la ciudad enemiga . El periodista canalla debe criticar Badajoz desde Mérida y viceversa; en Plasencia debe escribir columnas denunciando que todo se va a Cáceres y en Cáceres habrá de denunciar que todo se queda en Badajoz. Inmediatamente, un lector de perfil populista le mostrará su acuerdo y lo aplaudirá.

El enfrentamiento de pueblos es algo muy común y se da entre Málaga y Sevilla, entre Oviedo y Gijón, entre León y Valladolid, entre Elche y Alicante... Esas disputas se han acabado circunscribiendo al terreno deportivo y es en él donde con ironía y pasión se defienden las posiciones. Como decía el entrenador portugués Carlos Alinho, el fútbol ha sustituido a las guerras medievales entre las ciudades europeas. Bueno, el fútbol y el baloncesto.

FUTBOL Y BALONCESTO

En los próximos 15 días, la ciudad feliz saltará al campo del honor para dirimir sus cuitas históricas tradicionales: el próximo domingo, luchará contra Plasencia en la cancha de baloncesto; una semana después, pugnará por la hegemonía futbolística contra Badajoz. Centrémonos por ahora en la cuestión placentina.

Históricamente, el enfrentamiento clave entre Cáceres y Plasencia tuvo lugar en el año 1821. Se decidía la división española en provincias y comisiones de ambas localidades presionaron fuertemente en Madrid para inclinar la balanza hacia una u otra opción. Plasencia argumentaba cargada de peso histórico, hasta el punto de que de allí había partido la iniciativa más seria para crear la región de Extremadura en 1653.

Pero Cáceres contaba a su favor, desde 1790, con el peso de la Real Audiencia. El 27 de enero de 1822, las Cortes señalaban Cáceres como una de las 52 capitales de provincia de España. Plasencia había sido plaza más importante durante la Edad Media, pero tras convertirse en Corte de los partidarios de Juana la Beltraneja (enemiga de quien sería Isabel la Católica), Cáceres empezó a cobrar protagonismo, sobre todo con las numerosas visitas de los reyes Isabel y Fernando.

Durante la Edad Media y el siglo XVI, Cáceres había estado enfrentada más a Trujillo que a ninguna otra villa. Pero con el paso de los años, sería Plasencia la urbe que le disputaría una primacía provincial que quedaría zanjada por decreto en 1822 y ratificada definitivamente en 1833. Desde entonces, hay una pugna larvada cuyo último episodio ha sido la estrategia del anterior alcalde placentino presentando su destitución como una maniobra cacereña.

El fútbol y el baloncesto son las válvulas de escape de este pique histórico y los partidos siempre dejan jugosas anécdotas. En la ciudad feliz se recuerda aún aquella pancarta sonada en la que la ciudad de Plasencia saludaba, en la grada de la Ciudad Deportiva, al pueblo de Cáceres.

O un partido en San Calixto en el que un aficionado cacereño se pasó el encuentro persiguiendo por la banda a un jugador del Plasencia que el año anterior había vivido en Cáceres y le debía varias mensualidades del piso.

Aunque la imagen que se debería recordar de cara al partido del próximo domingo es una muy deportiva. La protagonizó el cacereño Agusti en sus tiempos de base. En un partido contra Plasencia en el colegio San Antonio entendió que una personal a su favor no era correcta y arrojó el balón arrastrando por el suelo en los dos tiros libres.