Escuchar nuestra canción favorita, la voz de esa persona especial, el llanto de un hijo, su primer "papá" o el grito de enfado de una madre. Muchos escuchamos, casi sin prestar atención, los ruidos de cada día, mientras otros anhelan que una vez lo sintieron y otros el no haberlo tenido nunca. La unidad de implantes cocleares del hospital San Pedro de Alcántara, centro de referencia regional, ha logrado que 190 personas (muchos de ellos niños) hayan dejado de ser sordos o hayan recuperado su audición después de años.

Ayer se llevó a cabo la reunión anual de esta unidad, a la que asistieron los pacientes que han pasado por el servicio desde su creación en el año 2000, en total 190 (actualmente se implantan entre 22 y 24 al año). La jornada sirvió para presentar al nuevo equipo de la unidad, formado por los otorrinos Francisco Ramos y María Isabel Castro y la logopeda Ana Belén Durán.

El implante coclear es un dispositivo que consta de dos partes, una interna, que se introduce mediante una operación quirúrgica en el oído interno; y otra externa, que es un procesador, parecido a un audífono, que se comunica con la parte interna. El dispositivo transforma las señales acústicas en señales eléctricas que estimulan el nervio auditivo y restablecen así la sensación sonora. "El implante permite conseguir que aquella persona que ha perdido la audición la recupere, lo que le devuelve la posibilidad de comunicar y de socializarse", dijo el otorrino Francisco Ramos.

Para él ser sordo complica más la vida que ser ciego. "La diferencia es que el ciego no ve pero sigue interactuando. El problema del sordo es que ve el medio donde está pero no es capaz de interactuar porque no se entera; no hay peor cosa que saber que hay algo pero no saber cómo actuar ni poder participar", indicó.

Para los niños

La unidad fue creada inicialmente para implantar a los niños, sin embargo actualmente cuenta con más pacientes adultos atendidos. "En los niños el implante es muy importante porque si el niño nace sordo no va a aprender a hablar y terminará siendo sordomudo, ahora mismo, en la sociedad en la que vivimos, no podemos permitirnos eso", señaló Ramos.

La detección de la sordera en un niño se realiza a través de una prueba denominada otoemisiones, diagnóstico que se realiza a todos los recién nacidos de Extremadura. Si se detecta algún problema, se les lleva a cabo otra prueba denominada potenciales, que confirma si el paciente tiene una sordera importante. Si el resultado es positivo, lo primero que se hace es colocar un audífono pero, si al niño no le resulta suficiente como para poder comunicarse, se le realizaría un implante coclear.

Al mes de la operación (para colocar el aparato en el oído interno) comienza la primera activación del implante, "lo que no significa escuchar", sino que supone volver a tener sensaciones auditivas. Después, con un trabajo de rehabilitación con la logopeda, se logra que el paciente vuelva a conectar su memoria auditiva con respecto a los ruidos que va escuchando. "Con el niño es completamente diferente, porque nunca ha escuchado. En este caso el trabajo de rehabilitación es muchísimo más importante porque se intenta conseguir que el niño empiece a relacionar los sonidos que está oyendo con la palabra que está escuchando", detalló el doctor Ramos. El periodo de rehabilitación en adultos dura entre tres y seis meses. "Nuestro fin no es el tiempo, sino intentar que el paciente consiga la mejor eficacia con el implante", concluyó Francisco Ramos.