Antonio tenía ocho años cuando hizo un milagro. Su padre marchó a misa un día y le encomendó vigilar que los pájaros no picaran en el huerto familiar. El niño habló con los pájaros y los convenció de que se metieran en una habitación de la vivienda. Uno a uno, fue introduciéndolos en el cuarto únicamente con el don de su palabra. A la vuelta de la eucaristía, su padre, que incluso llamó al obispo al contemplar semejante hecho inaudito, abrió las ventanas para dejar marchar a los pájaros. Estos, sin embargo, no se movieron. Solo abandonaron la casa cuando San Antonio así se lo indicó.

Ahí, el niño de ocho años adquirió la condición de santo y de ahí viene la leyenda que todavía perdura entre los cacereños, quienes ayer volvieron a acompañar a San Antonio en su procesión hasta la iglesia de San Mateo. Decorado por Sergio Bejarano, el paso lució ciruelas rojas y amarillas, además de los pájaros de juguete con sonido que ya se estrenaron el año pasado. Como acompañamiento musical, la charanga Lázaro escoltó a la procesión interpretando la popular canción de Los pajaritos, que recuerda el milagro de San Antonio, y para que nadie se quedara sin cantar se repartieron hasta mil octavillas con la letra.

La devoción por San Antonio está arraigada en la idiosincrasia cacereña, pero seguro se hablará de ella hasta en EEUU. Ayer disfrutaron de la procesión cuatro estudiantes de español naturales de Nuevo México que llevan dos semanas en la capital cacereña y a los que les quedan otros 15 días de aprendizaje. «Soy de Santa Fe, pero también hay alumnas de Albuquerque», confesó Patricia, a la que le está encantando su estancia en Cáceres y quien se está habituando al horario español y a combatir el calor haciendo uso de las clásicas siestas. Sobre San Antonio, Patricia destacó el ambiente familiar y la devoción por el santo de la procesión, algo asimismo bastante común en su estado. «En Nuevo México también tenemos este tipo de cultos religiosos. Nos parecemos bastante en eso a los españoles», matizó. A su vuelta, los allegados y familiares de Patricia seguro oirán de San Antonio, cuyos milagros queda más que claro que siguen traspasando todas las fronteras.