"Nunca he entrado en un sitio pensando que soy gitano, payo, alemán o húngaro. Soy Antonio Salazar, simplemente, y con eso siempre me han abierto todas las puertas". Habla sin prejuicios ni barreras y con tan envidiable libertad que querer cortarle las alas sería como intentar aquietar a una lagartija. En la sala donde tiene lugar esta entrevista le acompañan responsables de los programas gitanos que se desarrollan en Cáceres, que escuchan boquiabiertos sus palabras. La naturalidad es el mejor arma de este joven de 22 años, estudiante de tercero de Derecho, que mira a los ojos cuando habla y al que cuando era pequeño llamaban Doctor Salazar por su afición a los libros.

"Soy gitano, nací en una casa gitana, me siento gitano y vivo en una comunidad gitana". Antonio vio la luz en el hospital de Badajoz, pero siempre ha vivido en Guadiana del Caudillo, un pueblo situado a 7 kilómetros de Montijo. Sus padres, como el 90% de la etnia gitana, se dedican a la venta ambulante. Criado en el seno de una familia de seis hermanos, el chaval ya apuntaba maneras desde pequeño. "Siempre he tenido interés por los libros y en mi casa todos fuimos a la escuela. Creo que en los pueblos es más fácil que en las grandes ciudades. Quieras o no el colegio está cerca y el gitano de pueblo tiene actitudes diferentes".

Antonio ha sido elegido por el programa Acceder y el Ayuntamiento de Cáceres para intentar frenar el absentismo escolar entre los gitanos cacereños. Su experiencia pretende servir de ejemplo. "Para mí ir al colegio no era algo extraordinario, era como ver los dibujos, entraba dentro de la rutina diaria".

Pero su apuesta más arriesgada llegó cuando le planteó a sus padres que quería ir al instituto. A diario tomaba un autobús que le llevaba a Montijo. Y si grande fue este salto, más aún lo fue cuando decidió hacer la selectividad y venirse a estudiar a Cáceres. "Fue un paso decisivo. Mi madre, sobre todo, tuvo que hacer un esfuerzo mental muy grande y eso lo valoro. Estoy a 100 kilómetros de ellos y eso es muy fuerte para la comunidad gitana que me rodea".

La llegada a Cáceres

Recuerda el día que comentó a los suyos que se marchaba a vivir a un piso de estudiantes en la avenida de Portugal. " ¿Y cómo haces, y cómo comes, y cómo vives?, me preguntaban, como si fuera una odisea. Ahora ya lo ven con más naturalidad".

Y añade: "Soy consciente de la responsabilidad que tengo, sobre todo cuando se acerca un anciano, al que se le debe un respeto, y me pone como ejemplo ante sus nietos. Sé que he roto un molde".

Está convencido de que muchos como él también lo pueden lograr. "Hay que concienciar de que estudiar es algo muy importante y muy bonito". Y aunque nunca se ha sentido marginado, confiesa que estudia Derecho "para evitar las injusticias, para evitar --insiste-- que te discriminen por pertenecer a una raza, a una etnia o por tener un determinado color de piel".