Félix Jiménez y su mujer, Mariana Barroso, arrendatarios de una finca en Los Llanos de Cáceres, nunca olvidarán aquel maldito 30 de junio del 2004. Un incendio se llevó por delante gran parte de Corral Blanquillo y los Arrogatos, las dos fincas que llevan explotando hace 20 años. Las llamas dañaron gravemente a su hijo Alejandro, de 22 años, cuando colaboraba en las tareas de extinción. Ayer fue dado de alta tras dos semanas en un hospital.

Pero la pesadilla aún no ha terminado. En la cara de Félix se observa la impotencia y sus ojos se enrojecen cuando detalla las consecuencias: "Ya se nos han muerto 62 ovejas de una sola finca. Y morirán más", dice, mientras indica el camino para llegar hasta un tinao donde todavía hay más de 300 enfermas.

El olor y cientos de moscas hacen este lugar cada vez más insoportable. Las corderas tienen heridas y las que sobrevivan, explica Mariana, quedarán inútiles para la producción: "Ahora se venden a 800 pesetas. Una muerta valía 20.000".

Las consecuencias del impresionante incendio en Los Llanos les ha tocado anímicamente: "Estoy desanimado. Nadie se ha dignado en venir a vernos para ni siquiera saber cómo estábamos", afirma Félix. Cada día carga las ovejas muertas en un tractor para llevarlas a un fosa de la finca, lejos del cortijo en el que viven.

Un sindicato agrario ha valorado las pérdidas que sufrió por el fuego en más de 26.000 euros. Ni el dinero logrará mitigar algo peor: el olvido.