Ya han hecho aparición en la capital cacereña. Las redes sociales se han hecho eco de la presencia de la procesionaria junto a la jefatura de la policía local --concretamente por el entorno del carril bici--, una oruga que resulta peligrosa para quienes entran en contacto con ella. Se trata de un lepidóptero, una futura mariposa, que suele habitar principalmente en los pinos, aunque también lo hace en cedros y abetos. Es el insecto desfoliador más importante de las masas de pino de la península ibérica, pero también puede dañar a personas y animales.

Sus pelos, que contienen el veneno que produce el picor irritante, pueden causar desde dermatitis a lesiones oculares, además de urticaria o reacciones alérgicas al tocarlos. Pero no solo afectan si se produce contacto directo. Las orugas, cuando se sienten amenazadas, suelen lanzar sus pelos --tricomas-- al aire generando irritaciones y alergias. Y cada oruga dispone de unas 500.000 tricomas a lo largo de su cuerpo.

El principal peligro es que el peculiar modo de desplazarse de estas larvas, en hileras --de ahí su nombre ya que resulta similar a una procesión--, puede llamar la atención de niños o de perros, que si llegan a ingerir los gusanos y se tragan todo el tóxico que contienen sus vellos pueden llegar a morir tras sufrir necrosis en la garganta y en la lengua. Lo síntomas que los perros pueden manifestar si han entrando en contacto con la oruga son inflamación del hocico y la cabeza, picores intensos en las partes afectadas y abundante salivación.

En la época otoñal es cuando la oruga de la procesionaria resulta más vulnerable. Cuanto menos frío haga en esta estación mayor número de larvas sobreviven. Luego, tejen sus nidos colgantes --bolsones-- en los árboles, donde se resguardan para pasar el duro invierno. Finalmente, entre febrero y marzo descienden de los árboles y es cuando forman las procesiones en el suelo, antes de enterrarse y convertirse en mariposas. Pues bien, esa fecha ya ha llegado a Cáceres.

El año pasado, en Extremadura, la plaga llegó a afectar de una forma u otra al 65% del pinar, lo que supone unas 97.000 hectáreas de las 150.000 que existen en la región repartidas entre montes públicos, consorciados y privados, según informó la Consejería de Medio Ambiente y Rural, Políticas Agrarias y Territorio de la Junta de Extremadura. No obstante, los grados de infestación suelen ser muy dispares y en el 2016 solo en torno al 15% del pinar, unas 22.000 hectáreas, sufrió un nivel de afectación más grave.

Campañas de control

Algunos ayuntamientos del país, como es el caso del de Guipúzcoa y Mallorca, han iniciado campañas de control con el fin de evitar problemas sanitarios. En el primer caso se ha optado por la colocación de ecotrampas, una especie de cinturones que se ponen en los troncos de los árboles para que cuando las orugas desciendan queden atrapadas en bolsas que luego se retiran. En el caso de Mallorca, según informa el diariodemallorca.es, el consistorio se ha decantado por que expertos cazadores de Sóller usen escopetas para eliminar a disparos los bolsones que cuelgan de los árboles antes de que bajen las larvas.

Por contra, en Extremadura el gobierno regional informaba hace un año de que no se llevan a cabo campañas oficiales de fumigación de la procesionaria del pino porque, en general, éstas no son necesarias. De hecho, en los últimos diez años, la Junta de Extremadura ha llegado a tratar hasta el 14% de la superficie total afectada, pero actualmente la actuación se ha reducido al 1% o 2%, señalaba hace un año la Administración.