Si el maestro Juan Solano siguiera viviendo, hoy tendría 86 años y podría haber asistido entre sorprendido y estupefacto al homenaje que ayer le rindieron la cofradía de la Sagrada Cena y el fotógrafo Juan Guerrero con la apertura de una exposición de 94 fotografías del día en el que fue nombrado hijo predilecto de Cáceres.

Han pasado 24 años desde aquel 29 de junio de 1984 y familiares y discípulas suyas presentes en el acto coincidían ayer en que su tributo a la copla no ha sido aún reconocido. Y menos en la ciudad que le vio nacer, donde solo le queda una calle. Todos su legado está guardado en Madrid, residencia que alternó con Sevilla durante gran parte de su vida en su estudio detrás de Gran Vía.

Y es que el cariñoso reconocimiento de anoche en la casa de hermandad de Santiago apenas reunió a unas 30 personas que pudieron escuchar a María José Santiago o Pilar Boyero hablar y cantar coplas de Juan Solano, disfrutar del arte de Tamara o ver cómo se mezclaban para la ocasión los ediles Cristina Leirachá y Felipe Vela y el subdelegado del Gobierno, Fernando Solís. Entre el público, varias generaciones de los Solano asistían emocionados.

Juan Guerrero, que inmortalizó para siempre aquella jornada del nombramiento como hijo predilecto, hablaba con orgullo del célebre compositor: "He querido reivindicar su figura con esta exposición", decía, para reseñar lo que otros, como su hermano Fernando Solano o Pilar Boyero, pidieron también anoche: un busto en la calle Soledad donde vivió desde 1920.

Un hombre bueno

La exposición, que permanecerá abierta hasta el mes de noviembre, se convierte en una mirada al pasado más reciente del maestro fallecido en el año 1992. Junto a él y su piano crecieron Isabel Pantoja o Rocío Jurado, también María José Santiago, que se desplazó desde Alicante a Cáceres para poder estar en el acto. La cantante jerezana recordaba lo que significó para ella su maestro: "Quería que las niñas que estábamos a su lado aprendiésemos muchísimo. Nos regañaba mucho, pero era una persona bonachona".

Nombrar anoche a Juan Solano era hablar de la copla con mayúsculas. "Fue el mejor compositor que ha habido en el mundo", afirmaba Pilar Boyero, que cantó Un rojo, un rojo clavel , una de las 5.000 canciones que compuso Solano y que aparece en el disco homenaje de la tonadillera cacereña. Su vigencia, añadía su hermano, se mantiene hoy "porque la copla es todo sentimiento y está al día. Sus poesías eran literatura".

De su vinculación a Cáceres también hablaron sus allegados para dejar claro que siempre "supo dónde estaban sus raíces" y disipar las dudas del amor a Cáceres del maestro. En la memoria de la canción española ha quedado su obra, en la ciudad donde nació ayer pareció casi un desconocido.