Hace ya más de un año que publiqué en estas mismas páginas de El Periódico Extremadura una breve y desenfocada reflexión sobre este deslucido personaje; que, en aquel momento, solamente era candidato para ser elegido Presidente de los Estados Unidos. Y del que entonces desconfiaban todos los medios y analistas de que pudiera llegar a serlo, tanto por su aspecto estrambótico y algo desteñido, como por sus modales y por las ocurrencias populacheras que parecía querer incluir en su programa de gobierno.

Fallé en todas mis previsiones. Como fallaron todos los que hicieron pronósticos al respecto. Hace apenas un mes ha tomado posesión del cargo para el que se presentaba. En tan corto espacio de tiempo, el mundo ya está temblando, previendo las nefastas consecuencias que puedan acarrear los posibles ocho años de su imprevisible gobierno.

De todas maneras, la imperfecta democracia americana lleva más de trescientos años ‘manteniendo el tipo’, y aunque ha ocasionado innumerables guerras y desgracias a lo largo y ancho del mundo en estos años, no da muestras de agotamiento en su largo deambular. Si bien, en el camino haya visto morir violentamente a cuatro de sus Presidentes; casi siempre por causas éticas --la abolición de la esclavitud-- o por desatender las exigencias económicas de los lobbies más poderosos.

El cuadro es desolador. En este ‘tercer milenio’ amanece un mundo con pocas esperanzas. Los indicios para ser optimistas se han reducido con las primeras medidas firmadas, filmadas y subrayadas en las redes sociales, que parecen ser el único espacio de comunicación en el que don Donald se aventura a entrar; ya que sus discursos no suelen pasar de doce o trece palabras entrecortadas, mezcladas con insultos, improperios, desatinos y ‘mantras’ cerrados: «¡America first!», con los que abre y cierra todas sus alocuciones.

Su programa, como vemos, es escaso y de corto calado: cerrar fronteras, expulsar inmigrantes, fabricar más armas de destrucción masiva, hacer a los Estados Unidos «great again»; derogando leyes de atención médica general, suprimiendo licencias para trabajar o para fundar empresas fuera de USA, abolir leyes que protejan el medio ambiente, terminar con los derechos de las mujeres, etc. Y para ello, contar como colaboradores y asesores que secunden sin rechistar sus imposiciones atávicas --casi prehistóricas-- con ‘mano de hierro’: un apergaminado militante del Ku Klux Klan, algunos notables lobbistas ultraconservadores; varios ‘racistas’ convencidos y otros consejeros personales que demuestren poseer en casa varios rifles, pistolas y munición para defenderse de los negros y de los hispanos, que son gentes peligrosas.

Aunque --eso sí-- estos colaboradores no deberán poseer ni leer, en absoluto, ningún libro, obra de arte ni muestra alguna de civilización ni cultura; pues les inhabilitaría para ser trumpistas o trompetistas en esta ‘banda’ de viento y percusión que se ha hecho cargo de la Casa Blanca en un momento muy delicado en el que la crisis económica, la relajación ética, la pérdida de calidades intelectivas y la vulgaridad insultante de sus protagonistas han hundido la institución democrática en un verdadero marasmo.

Lo más preocupante es que el ‘ejemplo’ americano ya se había instalado en otros países y estados: Rusia, las repúblicas y monarquías musulmanas; China, los nacientes estados africanos y varios de los sudamericanos ya ‘gozaban’ desde hace algún tiempo de los feos acordes, desafinados y ruidosos del trumpismo .