E l radón es un gas que no tiene olor, color ni sabor. Se produce a partir de la desintegración radiactiva del uranio, que está presente de forma natural en suelos y rocas. Emana de la tierra y pasa al aire, donde se desintegra y emite partículas radiactivas. Generalmente se diluye rápidamente y no suele representar ningún problema para las personas, pero si se va acumulando en el interior de un edificio con poca o nula ventilación, una presencia muy continuada hace que esas partículas se depositen en las vías respiratorias, «donde pueden dañar el ADN y provocar cáncer de pulmón», advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Por ello, la Unión Europea ha aprobado la directiva 2013/59/Euratom, que entrará en vigor en 2018 y que obligará a los distintos países a establecer normativas para un mayor control del radón (mediciones, criterios en la construcción de inmuebles...). De hecho, buena parte del oeste español registra una exposición media a este gas (que fluye del subsuelo si hay grietas o porosidades), incluida toda la provincia cacereña, donde además existen varias zonas de exposición alta en territorios del Valle del Ambroz, Valle del Jerte, Campo Arañuelo, La Vera, Los Ibores, Tajo-Salor y Gata. Sin embargo, Juan José Tejado, geólogo, doctor en Física y actual presidente de la Asociación de Geólogos Extremeños, pide que no se levante una alarma social porque este gas «lleva millones de años generándose y solo hay riesgo en condiciones muy concretas, en lugares cerrados --solo en algunos--, pero nunca al aire libre».

Según la OMS, «el radón es la segunda causa de cáncer de pulmón tras el tabaco. Se estima que la proporción de los casos de tumores de pulmón a nivel nacional atribuibles al radón varía de un 3% a un 14%». «El riesgo aumenta un 16% con cada incremento de 100 becquerelios por metro cúbico (Bq/m3) en la concentración de radón a largo plazo; y la probabilidad es mayor en fumadores», afirma la OMS.

Según el artículo 74 de la directiva europea, los estados miembros deberán establecer niveles nacionales de referencia para las concentraciones de radón en recintos cerrados, «que no superarán los 300 bq/m3». También tendrán que identificar aquellas viviendas donde el radón sobrepase un nivel prudente y aplicar medidas técnicas, así como realizar mediciones en los lugares de trabajo que estén dentro de las zonas afectadas y que se sitúen en plantas bajas o sótanos (estos análisis se realizan con carbono activo). Cada país debe crear un plan de acción para hacer frente a los riesgos a largo plazo en viviendas, edificios públicos y lugares de trabajo, y para impedir que el radón entre en los nuevos edificios. En España, el Gobierno ya ha puesto marcha un grupo especial de trabajo y prepara un decreto sobre edificación.

El experto extremeño Juan José Tejado recuerda que la naturaleza está compuesta de elementos radiactivos (uranio, torio, radio, radón...) «que viven con las personas, sí o sí, en el día a día, en nuestro entorno, en nuestros materiales de construcción». Autor de la tesis ‘Análisis de la actuación y la transformación de granitos como actividad NORM. Diseño y protocolo’, conoce el tema en profundidad, sitúa el riesgo del radón «en su justo término» y alude a las «guerras comerciales» que existen en torno a los materiales de construcción. «Las palabras radiactividad y cáncer provocan psicosis, pero los mayores porcentajes de tumores nada tienen que ver con este asunto», subraya el geólogo. «En EE UU se ha llegado a hablar de las encimeras de granito como ‘ese asesino silencioso en tu cocina’, cuando no hay base científica».

Este doctor en Física recuerda que Extremadura es una de las productoras mundiales de granito. «La amplísima mayoría de nuestros granitos no tienen problemas de contenido radiológico, se pueden utilizar en el exterior y en el interior de las viviendas de forma masiva. Tan solo existen determinadas zonas donde las concentraciones de esos minerales radiactivos son mayores, y justo por eso son minas de uranio u otros elementos», afirma Tejado. Además, los estudios de su tesis constatan que los trabajadores de las industrias extremeñas de granito tampoco sufren problemas. «Pero precisamente para evitar la psicosis surgida hay que conocer bien el tema con mediciones y normativas, lo que favorecerá la directiva europea», indica.

La Tierra tiene 4.500 millones de años y estos materiales del oeste peninsular, unos 600 millones. «No hay otro remedio que convivir con ellos». Por ello, el geólogo insiste en la necesidad de abordar adecuadamente estos asuntos, en su verdadera dimensión, y tomar medidas cuando sea conveniente en ciertas zonas, por ejemplo favoreciendo casas impermeabilizadas y ventiladas, «como establecerá el Código Técnico de Edificación». «Lo que no se debe hacer es pasarse los días en un sótano estanco de una casa sobre una zona de mucha concentración de granito, pero quizás ese granito ni siquiera esté agrietado o poroso y no hay radón. La información es la clave», concluye.