Aunque no hay datos del número de personas que ejercen la prostitución en la capital cacereña, esta práctica existe y la demanda va en aumento en los últimos años, como ocurre en el resto de España. El problema de la ciudad es que no cuenta con grandes clubes sino que la prostitución se esconde en pisos franco, por lo que es más complicado perseguirla. En Extremadura se calcula que unas 2.000 mujeres la practican. La prostitución entraña la esclavitud sexual, la trata de seres humanos y un alto consumo de drogas y alcohol. Ayer el colectivo de Hermanos de la Cruz Blanca organizó un curso para prevenir y detectar esto último, dirigido a trabajadores sociales y psicólogos, a quienes se les mostraron las pautas para asesorar a las mujeres que lo sufren.

Enmarcado en el plan nacional de drogas, trata de analizar las causas de la relación entre el consumo de drogas y la prostitución porque, «en la mayoría de los casos, ambas situaciones van unidas y no se sabe si alguien consume drogas porque se prostituye o se prostituye porque consume», señaló el director de la congregación, el hermano Miguel López. A la inauguración del curso asistieron también la alcaldesa Elena Nevado y la concejala de Asuntos Sociales, Marisa Caldera.

En la sede cacereña de la Asociación de Derechos Humanos de Extremadura (Adhex) atienden en estos momentos a siete mujeres víctimas de la trata de blancas, aunque ninguna de ellas ejerce en la ciudad. Según explica la asesora jurídica, Beatriz Cercas, al practicarse aquí la prostitución en pisos franco, es más difícil localizar a las mujeres que se dedican a ello porque las mafias se encargan de trasladarlas constantemente para que no sean identificadas y porque los clientes demandan «mercancía» nueva. «Que no haya un censo de la prostitución no significa que no exista. Hay que perseguirla porque donde hay prostitución hay trata. Se calcula que nueve de cada diez mujeres que la ejercen son forzadas», señala.

De Europa del este

En los últimos años ha crecido el tráfico de mujeres de Europa del este, son las más jóvenes. No llegan a los 20 años e incluso las hay menores, cuyos pasaportes falsean para que nadie descubra su edad. La mayoría llega engañada, buscando un trabajo para salvar de una mala situación económica a sus familias y terminan convirtiéndose en esclavas sexuales. Una vez aquí, las mafias les retiran el pasaporte para evitar que puedan escaparse. «Cuando llegan les dicen: ahora me perteneces y me vas a pagar todo lo que me he gastado contigo, desde el billete para traerte».

La deuda con los proxenetasse convierte en interminable porque tienen que pagarles por las habitaciones en las que ejercen, por las sábanas que utilizan, la comida o la droga: «Consumen drogas muchas veces obligadas por las mafias», añade Cercas. Tiene truco, porque esa droga se la proporcionan los proxenetas y también se la tienen que abonar.

El mayor problema llega cuando la deuda se hace insostenible. Las mafias les prometen que se la perdonan si reclutan a otras para venir a España. Por eso es muy común que muchas de ellas hayan llegado engañadas por sus propios familiares (una prima, una tía, una hermana o incluso su madre). No tienen otra opción. «Llegan por necesidades económicas. Muchas familias extranjeras se hipotecan para que uno de ellos se pueda trasladar a España a trabajar y enviarles dinero. Cuando llegan todos sus sueños se truncan», indica la asesora jurídica de Adhex. El ayuntamiento ofrece apoyo psicológico a las víctimas y ayuda económica para paliar la situación en la que viven. Adhex les proporciona información y asesoramiento, ya que muchas no reconocen que son víctimas de trata por miedo. Todas quieren salir.