Un amigo solía comprarse siempre zapatillas de la misma marca, güena güena, que hacía zapatillas güenas güenas... hasta que dejaron de hacerlas. El último par ya no estaba hecho con buenos materiales y claro, al cabo de seis meses, se le rompieron. No volvió a darle una oportunidad. Decía que si se gastaba una pasta, exigía diseño, buenos materiales, durabilidad, comodidad y, además, que los colegas nos muriésemos de envidia. El día que dejó de ofrecerle esas características sin bajar el precio cambió de marca. Cualquiera considerará que lo que hizo mi amigo es razonable, y, seguramente, enseñará a sus hijos que las cosas no tienen necesariamente por qué ser güenas güenas sólo por ser de marca, que aunque muchas veces la marca es sinónimo de calidad también hay mucho engañabobos. ¿Cuántas veces hemos oído a los colegas aquello de "las matutano están bien, pero casi ni vienen patatas. Mejor pillamos las de El Gallo que vienen más patatas y además están güenas güenas"? Resulta razonable pensar que si algo te cuesta una pasta quieras ejercer tus derechos y exijas niveles de calidad, que el producto sea el idóneo y se adapte a tus necesidades. Pues lo mismo pasa con las zapatillas, con las camisetas, con las bolsas de patatas, el café con leche y los festivales. Imagínense a su camarero de siempre, el del bar en el que desayunan cada día, diciéndoles: "¡¡Ya está bien de pedirme un descafeinado de máquina en taza grande con un chorrito de leche fría, hombre!! He tenido mucha paciencia con usted hasta hoy y nunca he dicho nada, pero estoy hasta las narices. O se toma este café solo con hielo o no hay café" ¿Qué harían en ese caso? Cualquiera en esa situación haría lo mismo, mandar al camarero a hacer puñetas y buscarse otro bar para gastarse su dinerito. Cáceres no puede permitirse el lujo de perder el Womad, pero tampoco puede permitirse que ningún organizador, por muy profesional, inglés y experimentado que sea, se tome a la ciudad por el pito del sereno cuando ésta ejerce sus derechos como consumidor pidiendo mejoras en el formato por la sencilla razón de que es quien pone la pasta (una pasta gansa, además) y quien pone el entorno, ese entorno que, por otra parte, tan bien le ha venido a Womad para promocionarse. Es bueno negociar, entenderse y llegar a acuerdos, y es lícito en cualquier proceso negociador ir de farol y lanzar órdagos, por supuesto, pero lo que no sería comprensible es comprarse unas zapatillas de marca de baja calidad sólo por que sean de marca y no ejercer el legítimo derecho que tiene un consumidor a exigir que sean güenas güenas, que el café sea descafeinado de máquina en taza grande con un chorrito de leche fría, que las patatas fritas sean patatas y bien fritas o que el Womad suene bien, traiga buen cartel y recupere el espíritu de aquellos gloriosos y entrañables primeros años. Porque el lenguaje popular ya tiene una palabra para definir a quien paga por un producto más de lo que vale porque es de marca: tiene cuatro letras, y no empieza precisamente por "W", o sea...