La nueva película de Isabel Coixet, La vida secreta de las palabras , fue recibida en Venecia con grandes aplausos tanto en el pase para la prensa como en el del público. Es una reacción justa y obligada ante la exquisita y personal cinta que la cineasta española ha ideado y plasmado en emotivas imágenes, presentada en la sección paralela Horizontes. Es de esas historias que le acompañan a uno bastante tiempo después del final de la proyección. La celebrada directora de Cosas que nunca te dije y Mi vida sin mí , sin olvidar A los que aman , ha escogido en esta ocasión un marco singular como centro de la acción: una plataforma petrolífera. Una sola mujer (Sarah Polley, la protagonista de su anterior filme) convive allí con siete hombres de diferentes nacionalidades. Uno de ellos, interpretado por Tim Robbins, sufre quemaduras y una eventual ceguera a causa de un accidente en dicha plataforma, ubicada en medio del mar.

Hay una historia de amor fuera de lo común y, como telón de fondo, la angustiosa incidencia de un pasado inmediato, relacionada con los efectos colaterales de la guerra de los Balcanes. Todo está puesto en su lugar con milimétrica precisión, sin buscar la lágrima fácil ni el efecto truculento.