Benjamin Black es el pseudónimo bajo el que se esconde el escritor John Banville (Irlanda, 1945) cuando tiene entre manos una novela negra. Black escribe más rápido y con ordenador. Banville lo hace lento y con pluma. Black escribe en tercera persona. Banville, en primera. Black, se supone, tiene una literatura más fácil que Banville. Tanto que su última novela, El otro nombre de Laura (Alfaguara), se podría leer de un tirón.

La obra es la continuación de El secreto de Christine , donde el escritor irlandés dio vida por primera vez al forense Quirke, un tipo egoísta y déspota con las mujeres cuya principal virtud es la curiosidad. Han pasado los años y Quirke --más viejo y más hastiado-- investiga ahora el supuesto suicidio de una mujer. El caso se inunda de drogas y pornografía. "Los lectores están sedientos de sangre. En sus vidas cotidianas no hay tanta violencia. Por eso gustan tanto las novelas de misterio", afirma.

Banville tiene por costumbre no leer las críticas, algo raro en un tipo que se dedicó, precisamente, a redactar reseñas de libros. Evidentemente, le gusta tener un ejército de lectores.