Explosión. Y se crea el mundo. Todo lo que conocemos como realidad. Este año como realidad planetaria las posibilidades de que llegara el big bang se multiplicaban. De nostalgia eso sí. Los Planetas, la banda sonora de una vida para muchos de los que coreaban los temas de Jota, regresó a la ladera por sexta vez para reencontrarse con el castillo de Luna y con el esperado escenario de Contempopránea, un festival que más que festival es amigo, compañero y seguidor. Los granadinos tuvieron su momento de gloria a medianoche, como si los astros se hubieran sido puestos en línea para el sábado.

El viernes ya partía de un vuelo más que elevado. Los Tórtel que cayeron del cartel a un día del festival anticiparon el horario de actuaciones para el resto de grupos y después de Galaxina y la fuerza sobre el escenario del Imperio del perro, con cumpleaños y día del perro incluido, las actuaciones rompieron su ritmo hasta que Guille Milkyway compensó el desfase e hizo despliegue de medios y de estética.

Supertennis, banda de casa, crecida y curtida en las proximidades del castillo, regresaba a su escenario de siempre. Ahora ya viajan con otros vuelos —concretamente de Warner— pero quisieron volver a su hogar musical. Los orígenes no deben olvidarse. Media hora antes de lo previsto, Maga estaba sobre las tablas. Con la templanza de Miguel Rivera acuñaron la sintonía emocional que siempre se respira en los temas y en los directos de la banda. Emoción y lágrima en ojo de fuerza corearon Agosto esquimal y los temas que tantos recuerdan y que al igual que Los planetas también forman parte del imaginario musical de muchos.

Subterfuge sabe jugar las cartas y Viva suecia llegó arriba para ofrecer su viaje. Fuerza sí, pero nada nuevo bajo el sol, eso sí, coreadas como tantas con uno de los directos más multitudinarios de la jornada. No menos que el que recogió su testigo. Después del acústico de la piscina, La Casa Azul rompió barreras personales, se enfundó las gafas y los auriculares y transformó el cara a cara en un directo con potencia y presencia visual. La estética de las pantallas, los visuales y las bases acentuadas convirtieron el de Guille en el directo más bailado —salvando las sesiones de dj de madrugada—. Cruzada la medianoche ya no quedaba otra que bailar. Las horas de terraza plácidas quedan en el recuerdo.

Menos baile pero más descaro compartieron Las Odio sobre la escena con preludio de prueba de sonido incluida. Las jóvenes, uno de los únicos grupos integrados por chicas de la nueva escena musical junto a Sangre, Las Bala o Paisana dejaron clara su actitud, menos pueril en los inicios pero con tonos de batería aún por afilar. En cualquier caso, las jóvenes derrocharon poder y esa actitud necesaria para la música y el feminismo.

Antes de Los Planetas el sábado también deparó arte de siempre. La buena actitud de La Bien Querida, que presenta formas nuevas de expresión con su trabajo. Los herederos planetarios de Apartamentos Acapulco también se encargaron de dar técnica depurada de estética de su álbum. Antes de El Último Vecino, ya estaba previsto a la hora de cierre de este diario que se lanzaran a las masas los Automatics para mover los pies. Los Julieta 21, la banda de Gerard y su estética ochentera, Rusos Blancos, y la frescura de Papa Topo cerraron la edición del Contempopránea, la que cumple y consolida más de veinte años sobre las tablas. Como una suerte de punto de inflexión planetario con augurio llegan otros veintidós. Habrá que dejarlo en manos de los astros.