Ni siquiera pensar en sus desaparecidos compañeros de la Escuela de Barcelona, esas figuras rampantes en la famosa foto que Oriol Maspons hizo de José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma y Carlos Barral, borraba ayer la imparable y contagiosa sonrisa -- "de niño pequeño", definía una de sus compañeras en el Grup 62-- de Josep Maria Castellet. El memorialista, ensayista, antólogo y editor era ayer reconocido desde Madrid con el Premio Nacional de las Letras Españolas, solo un peldaño por debajo del Cervantes y dotado con 40.000 euros, por haber servido de puente entre la cultura catalana y la del resto de España. Tampoco parecía afectarle su brazo en cabestrillo, que se lesionó hace unos días en pleno paseo de Gràcia. "Deben de haberme premiado por superviviente", declaró con la ironía triunfante de quien ha vivido mucho y tiene una larga lista de razones para afrontar su próximo 84 cumpleaños. Lo hará a mediados de diciembre y entre bromas invitaba a los periodistas a celebrarlo en el mismo lugar donde tuvo el traspié.

LA REACCION "Mi primera impresión cuando el director general del Libro, Rogelio Blanco, me dio la noticia esta tarde ha sido de sorpresa y desconcierto". Y didáctico, como siempre, también recordó que este premio se estrenó en 1984 con una gran figura de las letras catalanas como J. V. Foix. "Y eso que los catalanes no estamos muy acostumbrados a recibir premios de ámbito estatal".

Figura fundamental de la edición tanto en castellano como en catalán de los últimos 60 años, la proverbial modestia de Castellet se puso a prueba cuando se le pidió que evocase los méritos que le han llevado a recibir este premio como los Diálogos de Catalunya-Castilla o las antologías Veinte años de poesía española (1962), un importante manifiesto de la por entonces en boga poesía social, y Ocho siglos de poesía catalana --que editado en Alianza y en castellano fue, en pleno franquismo, una carta de presentación de la cultura catalana en el resto de España--, sin olvidar el libro que más fama le ha dado, la influyente antología Nueve novísimos , que puso en el mapa desde Barcelona a los jóvenes poetas en castellano de la generación de los 70.

"Siempre me ha interesado la interrelación, el intercambio y que los flujos entre una cultura y otra sean favorables". Pero por lo que parece, aquellos fueron otros tiempos y la realidad actual es otra. "Hoy esos puentes se han debilitado. Son inexistentes, s´ han esconyat , por razones que tienen que ver con el desarrollo político del Estado español. No quiero hacer consideraciones políticas, pero está claro que la situación actual es la consecuencia de determinadas políticas culturales de uno y otro lado". Así que para Castellet la decisión apenas se mantiene a título personal. "Ahora los lazos solo existen a nivel individual, y no van más allá".

También hubo un recuerdo para su amigo Mario Vargas Llosa. ¿Se habrá enterado el flamante nobel de esta distinción? 2Sí que lo hecho. Juan Cruz me llamó desde Nueva York para felicitarme y dijo que había estado con Vargas Llosa, quien se había alegrado mucho con la noticia y tenía muchas ganas de leer mi último libro, Seductores, ilustrados y visionarios ".

Ese libro se sitúa en uno de los géneros en los que Castellet siempre se ha sentido más cómodo, el memorialístico, como testigo de su tiempo y de la gente de excepción que le tocó conocer --y en especial los decisivos Josep Pla o Mercè Rodoreda--. "Hay gente que se ha hecho sola. Pero no es mi caso. Yo me he hecho en los demás", admite recordando El escenario de la memoria , una de sus obras más celebradas. Lo que le permite definirse: "Una amiga psiquiatra dice que la virtud es la evitación del daño y esa es una máxima que he intentado seguir en todo momento. Evitar el mal para que no se produzca la catástrofe" .