Hubo un tiempo en que Eugenia Martínez de Irujo se encerraba en el palacio de Liria y tenía dos maneras de apaciguar la angustia: pintando y fantaseando con un exilio sin cámaras. Ahora que pasea del brazo de Gonzalo Miró con sonrisa intercontinental, ya no da signos de querer que se la trague la tierra. Este mes, por ejemplo, protagoniza un reportaje en Elle y bromea con su estatus de famosa. "En el gimnasio, me muero de vergüenza cuando veo en los monitores a toda mi familia. ¡Son momentos en los que mi vida es como un Gran hermano a lo bestia!".

Cosas del destino, el martes por la noche era su hermano, Cayetano, quien por su propio pie llegaba a la mesa de Jesús Quintero para vociferar su "odio visceral" por los paparazzi y, paradójicamente, explicar que su esposa, Genoveva Casanova, está "aprendiendo a amar".

A diferencia de su hermano, Eugenia no es tan concreta. Aun así, su confidente en Elle, Boris Izaguirre, le ha sacado más palabras de las que ha pronunciado en 10 años de persecuciones. Al fin y al cabo, sería surrealista que se confesara cada vez que un enjambre de cámaras convertidas en psicoanalistas le preguntan: "¿Qué tal? ¿Cómo estás?".

Esas preguntas las responde ahora a su aire en la revista, con vestidos de Etro, Roberto Torretta, Azzaro y Alberta Ferretti. Las joyas, claro, las pone Tous, firma con la que colabora y de la que es imagen desde hace nueve años. "No me gusta hablar de mi intimidad --dice, profiláctica--. Pero sí... soy feliz, muy feliz. Estoy contenta y tengo mucha más tranquilidad. Necesitaba cambiar en todos los aspectos".

LA RELACION CON FRAN El único tabú de la duquesa es Gonzalo Miró. "No pienso responder ninguna pregunta sobre él", avisa. De lo demás, barra libre. Habla, por ejemplo, de su relación con Fran Rivera, padre de su hija ("yo siempre le he dado facilidades, existe una buena relación por el bien de nuestra hija). Y de su linaje. "Mis antepasados no me pesan, me producen admiración". Por ejemplo, Eugenia de Montijo, la mujer que fue emperatriz de Francia y que cuando murió un hijo suyo en Africa ella viajó hasta allí. "Era valiente, admirable y hermosa", asegura Eugenia.

Quién le iba a decir a la emperatriz francesa que una descendiente suya, con todo su rancio abolengo, se las vería jugando todo el día con la prensa jugando a polis y a cacos. "Al final --dice ella-- me siento como una delincuente. Una vez en Marbella, me encontré una nota en el parabrisas de una conocida delincuente de la zona. Decía: ´Sólo un saludazo. Tú por prensa y yo por policía, estamos igual. Besazos".