Miguel Angel Perera salió ayer también por la puerta grande. Los suyo es un suma y sigue, lo que acredita su gran momento, el de un torero todo verdad, en un espléndido momento, sobre todo anímico. Ello tras una temporada complicada para él, pero en la que ha superado las dificultades para, en el momento actual, ser uno de los diestros más esperados. Con él actuó Alejandro Talavante, con un lote prácticamente imposible.

La corrida de Jandilla tuvo un preámbulo bueno, el de los dos primeros toros, bonitos, como el tercero, hasta de forma exagerada. Después, a partir del segundo, se vino el encierro se vino a menos. Entonces, lo que hicieron los toreros, es muy matizable.

La verdad es que las hechuras casi nunca mienten acerca del comportamiento de los toros. Así fue en el primero de Perera que, aunque blando, siguió con clase la muleta.

La faena del diestro extremeño tuvo tres fases: una primera muy emotiva, citando desde el platillo de la plaza con pases cambiados por la espalda, para ligarlos con los de pecho y circulares; una segunda en redondo, de muletazos de largo trazo, profundos, muy ligados; y una tercera en corto cuando el buen toro se vino a menos.

Ante el quinto toro todo lo puso el torero, que le fue sacando los muletazos puesto en el sitio, para llevarse dos sustos sin consecuencias. Alejandro Talavante tuvo un mal lote y César Jiménez no aprovechó al primero y no tuvo toro con el cuarto.