A priori, robar un picasso es, según los expertos, una tarea sin excesivo porvenir porque una pintura de esa importancia y cotización resulta prácticamente imposible de colocar en el mercado clandestino.

Pero no por eso, los cuadros del genio malagueño han dejado de ser el objetivo de los cacos como demuestra la reciente recuperación de Maya con una muñeca y un caballo de madera (1938) y Retrato de Jacqueline , (1961) los dos cuadros, estimados en 50 millones de euros, desaparecidos del apartamento de Diana Widmaier Picasso, nieta del artista, la noche del pasado 26 al 27 de febrero.

Junto a estos, fue sustraido también el dibujo Marie-Thérèse a los 21 años , que también apareció junto a estos cuadros. La policía ha detenido a tres individuos de entre 45 y 60 años, uno de ellos, viejo conocido de la policía como traficante de obras de arte, según ha informado el inspector Loïc Garnier.

La operación culmina una investigación de meses por parte de la policía francesa en colaboración con la Oficina Central de Lucha contra el Tráfico de Bienes Culturales (OCBC), que ha seguido las actividades infructuosas de los ladrones para intentar venderlos. Al parecer, todos los marchantes europeos estaban en alerta y ha sido precisamente uno de ellos, con sede en Bruselas, el que ha puesto al Quai des Orfèvres, sede de la policía francesa, en la pista cuando intentaron venderle un conocido bronce robado en París el pasado mes de julio.

Que los picassos siguieran en poder de los sospechosos cinco meses y medio después de su sustracción confirma la dificultad de su venta. De hecho, no hay compañía que se arriesgue a asegurar unas piezas de un valor tan inmenso. El objetivo de los ladrones, según Garnier, era "venderlos a un precio inferior al de su valor oficial".

En un tubo

Los cuadros que fueron separados de sus bastidores y colocados en un tubo por los ladrones forman parte de un botín de objetos artísticos todavía por inventariar. "En líneas generales, las obras de Picasso están en buen estado", ha dicho Garnier, aunque se aprecien unos pequeños desperfectos: el retrato de Jacqueline --la segunda esposa de Picasso-- presenta unas cuantas marcas sobre la superficie y el de Maya --una de las hijas del artista--, ligeras grietas.