Ni un llanto. Ni un gemido. Solo movimientos de brazos, miradas a uno y otro lado y amagos de sonrisas. Siguiendo una larguísima tradición familiar, la infanta Leonor fue encomendada ayer por sus padres a la Virgen de Atocha, que fue proclamada la protectora de la monarquía española en el año 1643.

Para la ocasión, la pequeña lució un crucifijo de oro y un vistoso faldón blanco que le dejaba los brazos al aire. Nada la asustó. Ni los aplausos, ni las cámaras, ni los vítores de la gente. Ni siquiera se inmutó cuando su padre la levantó en brazos para recibir la bendición de la virgen.

El acto religioso se celebró en la basílica madrileña de Nuestra Señora de Atocha, el mismo escenario donde, hace ahora dos años, Letizia depositó su ramo de novia tras dar el "sí, quiero" en la catedral de la Almudena.

Ayer, pasadas las once de la mañana, unos 200 fieles permanecían en el templo, impacientes ante la llegada de los Príncipes y su primogénita. En el altar les esperaba el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, el mismo que los casó en mayo del 2004.

Tras superar unos leves problemas de sonido, Rouco Varela pidió a la Virgen de Atocha que proteja a Leonor; que la "defienda del maligno"; que le conceda "todo el bien que sus padres le desean" y que se le dispense "salud para su alma y su cuerpo". La infanta pasó de los brazos de su madre a los de su padre, que la levantó hacia la virgen.

En ese momento, el público presente en el templo volvió a aplaudir y a vitorear a la pequeña infanta, a quien le debió parecer mucho más interesante el jaleo porque enseguida giró la cara para no perder detalle de lo que estaba pasando.

El acto apenas duró 15 minutos. Una vez dadas todas las bendiciones, Felipe y Letizia recorrieron el pasillo hacia la salida. En el camino, muchos feligreses saludaron a los Príncipes. Hubo quien también quiso tocar a la pequeña, pero Letizia le cogió la mano para evitar sustos.

TRADICION MONARQUICA No es la primera vez que una infanta es presentada a la Virgen de Atocha, que es una talla de color negro de 79 centímetros, que sujeta una manzana en la mano derecha, símbolo de redención. Los tres hijos de Juan Carlos y Sofía, Elena, Cristina y Felipe, también protagonizaron la ceremonia. Fue Isabel II la que inauguró, en 1852, la costumbre de ofrecer los infantes a la virgen.

La basílica de Atocha fue también escenario de las dos bodas del rey Alfonso XII, con María de las Mercedes de Orleans, y con Cristina de Austria después.