XCxuando regresé a Mérida hace unos días para poner en escena Orestiada en la L edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida supe que llegaba a una ciudad querida por mí, moderna y sensible a este gran acontecimiento cultural sobre el que tiene puesta su mirada la mitad de Europa. Un festival que, según he tenido ocasión de declarar en estos días, creía mimado y respetado por la ciudad que lo acoge y que toda Mérida siente como algo muy suyo. Esto he entendido desde hace cerca de 20, cuando acudí por primera vez al Teatro Romano.

Sin embargo, lo sucedido en la noche del viernes me ha sumido en la perplejidad y me lleva a la duda de que realmente las cosas sean como yo creía que eran, de que la ciudad de Mérida y, principalmente, el equipo que gobierna su Ayuntamiento, tengan las ideas claras respecto a la importancia de lo que está sucediendo cada noche en el Teatro Romano, de que respeten y cuiden un acontecimiento cultural de tanta seriedad e importancia.

Sucedió en la noche del pasado viernes, cuando apenas llevábamos una hora de función. Los sonidos altos y claros de la música y el jolgorio de una fiesta ajena a nosotros se colaron directamente en el Teatro, para perturbación de todos los actores y consternación del público.

Al indagar la causa de aquel dislate se me informó de que se trataba de la fiesta de una de las barriadas de Mérida y se me dijo, también, que el Ayuntamiento había informado a cada barriada de la necesidad de que no se realizasen festejos con música mientras durase la representación del festival.

Como tuve ocasión de comprobar, únicamente después de que miembros del equipo del Festival solicitaran urgentemente al Ayuntamiento el cese del jolgorio, éste calló. Pero minutos después regresó con toda su potencia a las cáveas del Teatro y a la propia escena.

Se me ha indicado que no es ésta la primera vez que sucede durante la celebración de Festival, ni siquiera éste el primer año que pasa, que incluso en esta edición un hecho como éste provocó la protesta pública al ayuntamiento de mi compañero Ricardo Iniesta , director de Medea, la extranjera .

Creo, sin embargo, que la mayoría de ciudadanos de Mérida es consciente de lo que tienen entre manos, de la importancia que para esta ciudad que me acoge durante unos días tiene un festival de tal categoría. Pero comienzo a sospechar que no sucede así para el equipo que gobierna el Ayuntamiento, porque no es capaz de hacer cumplir sus propias normativas o quizás no se toma en serio sus disposiciones. En todo caso, se trata de una lamentable dejación de responsabilidades.