Con La terminal , la película que ha inaugurado la 61 edición de la Mostra, se inició ayer el desembarco de las estrellas de Hollywood en este certamen. Steven Spielberg y Tom Hanks, director y protagonista del filme, iniciaron el camino mediático que hoy secundarán Meryl Streep y Denzel Washington. Su presencia responde a la presentación de grandes producciones que no compiten por el León de Oro. El espectáculo prevalece sobre el arte. Por eso no sorprende que La terminal tuviera una tibia acogida a pesar de los nombres que la representaban. Junto a Hanks, la protagonista femenina es Catherine Zeta-Jones que no pudo desplazarse al Lido veneciano por compromisos profesionales.

La terminal cuenta el viacrucis de un ciudadano del Este de Europa que al aterrizar en Nueva York se encuentra con una situación kafkiana: durante el vuelo ha habido una revolución en su país y su pasaporte carece de validez. No es nadie y apenas chapurrea el inglés. Las autoridades no saben que hacer con él y no tiene más remedio que intentar sobrevivir en el aeropuerto.

La historia está inspirada en la experiencia de un apátrida que desde hace años vive en la terminal internacional del aeropuerto Charles de Gaulle de París, aunque Spielberg ha cambiado el escenario y ha situado el personaje en EEUU para lanzar una mirada sobre el modelo de inmigración de su país y plantear las dificultades con que topan las minorías y emigrantes para hacerse un hueco en una sociedad donde el ser humano cuenta cada vez menos.

Un tema interesante, que se presta a variedad de enfoques, pero del que Spielberg no saca partido, precisamente por alargar su narración (las dos horas se hacen interminables) e insertar en ella demasiados elementos. Con ello se aparta de temas como la soledad e impotencia del hombre frente a la burocracia y transita por caminos trillados, con abundancia de gags.

No obstante, hay escenas bien logradas, especialmente las del comienzo, en las que brilla el brío narrativo de Spielberg. La primera pregunta que se le hizo ayer al realizador fue si había querido hacer un homenaje al cine de Frank Capra. "No, en todo caso rindo homenaje a las experiencias de los inmigrantes. Pero estimo mucho a Capra", respondió el cineasta, que más tarde aceptó haber tomado ideas del gran Jacques Tati y su Monsieur Hulot.

EL PROTAGONISTA, EN SU LINEA Tom Hanks está en su línea. En las primeras escenas interpreta con gran corrección a ese atribulado ciudadano del Este, pero después se olvida del personaje para convertirse en Tom Hanks, con abuso de sus tics. Spielberg reveló ayer que algunas escenas no estaban en el guión y las había creado el propio Hanks.

"Soy un afortunado. El trabajo que hago me entusiasma tanto como profesional como por ser un aficionado al cine", dijo el actor. Les preguntaron a ambos si harían una secuela de Salvad al soldado Ryan en la que Ryan fuera sustituido por el presidente Bush. "Bush no fue soldado", se limitó a decir Tom Hanks, pero Spielberg, que también se mantuvo callado, había manifestado en la revista italiana Ciak su rechazo a la acción de gobierno del republicano George Bush y su apoyo al candidato demócrata John Kerry.