Angela, 3 años: puede que se sienta algo aturdida, la carretera no es mala pero el coche suele marearle fácilmente. ¡Ya llegamos!, dice su madre para animarla. Salta del coche y se encuentra con una casa enorme, casi redonda y con la pared de piedra, --de pizarra-- dice su madre. Unas escaleras muy anchas que sube de inmediato, ¡con lo que le gusta saltar en las escaleras-!, y por dentro una chimenea encendida.

Juan, motero, 25 años: le gusta sentir la carretera y recrearse en los paisajes, el olor a verde y a libertad. Llega a la Hospedería Hurdes Reales, -¡majestuoso!-piensa. La fachada le ha impresionado, está anocheciendo y el juego de luces ofrece contrastes muy bonitos. Se quita el casco y, con su chica, se dispone a entrar y confirmar la reserva.

Alfonso XIII, Rey de España, en 1922 visita la comarca de las Hurdes: hizo el viaje atraído por la fama de miseria en la que vivían sus vecinos, pero quedó muy impresionado por la naturaleza, las sierras y la belleza del paisaje. Se convirtió en testigo de las necesidades de infraestructuras en esta zona, así que durante su estancia en estas tierras mandó construir varios puentes y tres factorías, una de ellas en Las Mestas. Hoy se ha convertido en la Hospedería Hurdes Reales, --¡nunca imaginé que la factoría que mandé construir sería un hotel de cuatro estrellas!--.

También ordenó crear Alfonso XIII el Real Patronato de Las Hurdes con el fin de impulsar el desarrollo de la zona, --una institución de beneficiencia dedicada a remediar las singulares necesidades de la comarca--. La factoría de Las Mestas no llegó nunca a funcionar como tal, pero sí se convirtió en el centro social de la época. Aquí se implantaron varios servicios para la comarca, se instaló la escuela, el dispensario médico y la Casa Cuartel de la Guardia Civil. Incluso, el recinto de las habitaciones se convirtió en un asilo para personas con deficiencias que dirigían unas monjas.

Con el tiempo, el colegio se llevó al pueblo, así como el centro médico y el resto de servicios. Los últimos que abandonaron las instalaciones fueron los miembros de la Guardia Civil, en 1985. Pasaron los años y el frío y los recuerdos se convirtieron en los únicos habitantes de la factoría .

Todo esto y algo más es lo que se expone en el museo de la Hospedería. Angela con sus padres y su hermano, y Juan, con su pareja, se entretienen viendo las fotografías expuestas, haciéndose una idea de lo que fueron las Hurdes y de cómo se vivía hace varias décadas. Ellos echan una mirada al pasado y Alfonso XIII ve en ellos el futuro que quiso imaginar.

Siguiendo el camino

Angela tira piedras a la piscina natural de Las Mestas conocida como La Olla , la llaman así porque en verano el agua está templada. "Cuando sea verano me baño, ¿vale?"-- comenta Angela entusiasmada con el agua--. "De acuerdo, en verano venimos otra vez y nos bañamos aquí" responde su papá-- y en la piscina de la Hospedería también.

El agua tiene presencia permanente en Hurdes, desde las piscinas y gargantas naturales, los chorros, como el de Ovejuela o el de La Meancera, o los ríos que bañan la comarca.

Siguiendo la ruta hacia el Chorro de Ovejuela, podemos contemplar sus aguas cristalinas, pequeños meandros que forma el río, y el curioso trabajo de erosión que va realizando el agua desde el mismo chorro y aguas abajo. La serranía hurdana tiene aquí grandes extensiones de monte bajo y jarales, y es común observar numerosas rapaces en el camino. También llaman la atención las colmenas situadas en zonas estratégicas por los apicultores hurdanos, lo mejor es mantener las distancias, respetando así la presencia de las abejas. Esta es una ruta muy sencilla de hacer, unos 3 kilómetros que se recorren en una hora aproximadamente desde la localidad de Ovejuela.

Algo menos, unos 45 minutos, se tarda en llegar al Chorro de la Meancera, desde la localidad de El Gasco. Aguas en las que viven peces autóctonos, bellos huertos que surgen en las riberas del río, plantaciones de cerezos, caprichosas pozas excavadas sobre las rocas donde viven peces y batracios, madroños, higueras y nogales. Durante el recorrido será fácil cruzarse con buitres leonados, cuervos y milanos.

Juan y su chica han seguido el recorrido sobre ruedas. La moto les lleva hasta el balcón de las Hurdes, como se conoce a Casares de Hurdes. En el mirador de las Carrascas se topan con unas vistas impresionantes de los valles del río Ladrillar y Hurdano. Un momento ideal para disfrutar de una tierra donde la naturaleza es generosa. En perfecta sintonía con el entorno, las alquerías conservan la arquitectura tradicional, viviendas construidas en pizarra y sin argamasa, casas modestas que aislaban de la humedad. Fotografías que parecen pinturas.

En una de las alquerías de Casares, La Huetre, se encuentra uno de los seis centros de interpretación que existen en Hurdes, el de la Artesanía. Una mirada al buen hacer de las gentes del lugar que, con la materia prima de la zona, elaboran casitas de piedra, instrumentos musicales, bordados, todo lo que les deja su imaginación.

Tras un día intenso, los viajeros regresan a la hora de la cena a la Hospedería. El restaurante Alfonso XIII es un espacio muy personal, con unas impresionantes vistas del relieve de Las Hurdes, y un ambiente y decoración que invitan a una agradable sobremesa. La cocina de autor combina tradición e innovación, sofisticación e ingredientes de la tierra en un balance perfecto. Ensalada de limón hurdana, paletilla de cabrito al horno con patatas al romero, leche frita con miel de las Hurdes es una propuesta para reponer fuerzas y saborear las Hurdes desde la mesa. Los más pequeños tienen alternativas como tres cerditos y el blanco (lomo, chorizo, salchichón y jamón york), selva mágica (crema de verduras) y osito esponjoso (bizcocho de chocolate con frambuesas).

Angela llega al postre, combina el osito esponjoso y la leche frita con miel, rechupetea la cuchara y los dedos con los que coge los trozos de leche frita. En la mesa de al lado, Juan mastica relajadamente el cabrito.

Alfonso XIII observa los platos, los ingredientes, la presentación y se le hace la boca agua. Recuerda su viaje en 1922 y piensa que éste es un hotel para reyes. Con estos pensamientos se dirige hacia la chimenea, sentado en el sofá se queda ensimismado observando las llamas del fuego, sintiendo el calor que trasmite el pueblo hurdano.