Tal vez sea Bélgica el país que más se apasiona con el ciclismo. Sus carreteras se pueblan de miles de seguidores cuando llega la cita con la Vuelta a Flandes o la Lieja-Bastogne-Lieja. Más que carreras, más que clásicas, son una fiesta. Suena la música y la gente se moviliza para presenciar el paso de los ciclistas y, sobre todo, para ver a sus estrellas brillar con intensidad. Tom Boonen ya ha sido elegido como figura nacional. Sólo tiene 24 años, pero desde que en primavera ganó en Flandes y en Roubaix, ya es el ídolo belga y el deportista más popular, por encima del más famoso futbolista. Andaban ayer por la mañana muy preocupados todos los periodistas belgas. Boonen no había pasado buena noche. Se temía incluso por el abandono a causa de una infección bucal. Le dolían las muelas y la molestia podía apartarle del Tour. Pero cuando se abrieron las puertas del autocar del Quick Step y apareció Boonen sonriente, ellos ya supieron que su estrella podía deparar una alegría en una etapa que se suponía, como así ocurrió, que iba a resolverse al esprint. Se esperaba también que hiciera calor y, como es tradicional en estas jornadas, que hubiera caídas, que hicieron trabajar a destajo a los médicos que se reparten entre el pelotón.

AUSENCIA DE ESPRINTERS Boonen y el australiano Robbie McEwen, el ciclista que ganó el jersey verde de la regularidad los dos últimos años, tal vez sean los velocistas más ilustres de un Tour que, en esta especialidad, presenta la lista con más notables ausencias. No está el número uno (Alessandro Petacchi), ni el gran veterano (Erik Zabel), ni el campeón del mundo (Oscar Freire). Por eso, Boonen debía sobreponerse a las molestias dentales y aguantar en unas jornadas que, al margen de las caídas, se presentan como de trámite para Lance Armstrong y sus rivales de la general. Es aquí y ahora donde debe lucirse, porque, como buen belga, está enemistado con la montaña. Desde las retiradas del enorme Eddy Merckx y de Lucien van Impe no ha aparecido en el universo ciclista un escalador nacido en aquel país. Con Boonen, con Mc Ewen, con el noruego Thor Hushovd, con el australiano Stuart O´Grady, también hay un ciclista catalán, de Vilanova i la Geltrú: Isaac Gálvez, que debuta en el Tour y que trata de encontrar un hueco para triunfar en un esprint. Gálvez corre en el Illes Balears, con Alejandro Valverde, con Vladimir Karpets y con Paco Mancebo. En el Giro ya rozó la victoria en un par de ocasiones. Y aquí quiere aprovechar alguna oportunidad. Ayer no la encontró. Quién sabe si la hallará hoy, en Tours, porque mañana llega la cita de la contrarreloj por equipos, donde Armstrong ya podría vestirse por vez primera de amarillo en esta supuesta ruta hacia su séptima victoria consecutiva. Gálvez arrancó hacia las posiciones de honor cuando el pelotón se aceleró a falta de tres kilómetros. Pero hubo un enganchón a menos de 1.000 metros para la meta. "Me quedé cortado porque se produjo una caída delante mío", explicó el catalán. No pudo ver como Mc Ewen trataba de alcanzar la línea de llegada, mientras Boonen, con suma facilidad, le alcanzaba y le superaba. Incluso tuvo tiempo el joven belga de levantar los brazos antes de cruzar la línea de meta para mayor gloria de todo Bélgica.