Lorquiana de la pena verde... Verde carne, pelo verde soñando en la mar amarga. Canastas como cuchillos, madre... Y triples como puñales. Fueron los cinco minutos más dolorosos que se recuerdan en el Multiusos. Un hado trágico de ángeles negros dejó su herida en el pabellón y voces de muerte sonaron hacia el sur de la ciudad.

"¿Jugamos en casa o fuera?", se preguntaba un joven aficionado cacereño y tenía lógica su interrogación: estaba rodeado por 300 vallisoletanos que gritaban sin parar: "¡A por ellos, oé!", que enarbolaban banderas castellanas, pancartas y bufandas. "Hemos venido en cinco autobuses y es el primer desplazamiento organizado de la temporada. La oferta era increíble, pero nos ha gustado Cáceres, volveremos" aseguraba una pucelana feliz.

El pack de la permanencia, financiado por la fundación Forum y por una empresa de publicidad, era muy goloso: viaje, entrada y bufanda o trompetilla, todo por seis euros. Enfrente, la única novedad cacereña para tan trascendental partido era una tierna pancarta infantil: "Tornavacas con el Cáceres".

Tras 28 minutos de tanteo, comenzó el romance de la pena verde y una sombra lúgubre oscureció en un instante el pabellón. La fiesta se hizo castellana, canastas como cuchillos ofuscaron la mirada cacereña y aquello fue una cruel miscelánea de despropósitos, errores y silencios inauditos de la que sólo se salvaron 50 niñas de Pinofranqueado que no cesaban de gritar Cáceres con sus voces blancas. Al final, Bermejo aguantó en el palco de pie y no hubo ni ira ni rabia, sino algo peor: conformismo.