La historia de Crístofer Medina, futbolísticamente 'Cristo' (Pueblonuevo del Guadiana, 15 de enero de 1988), dista mucho de ser la de un jugador al uso. El media punta del Mérida, decisivo con su aportación anotadora en el bloque de Bernardo Plaza (12 goles en una sola vuelta sin ser un delantero nato), esconde una trayectoria detrás marcada por el sacrificio y la pasión por el fútbol. Se crió a los pechos del Flecha Negra, "la mejor cantera de Extremadura") durante 10 años, "de los 9 hasta los 19 años", cuenta.

Durante "tres o cuatro años", Cristo viajó desde Pueblonuevo hasta La Granadilla de Badajoz en el taxi de su paisano José Candido, El Niño . El mismo era un niño en toda la extensión de la palabra. "El se quedaba haciendo sus cosas en Badajoz, yo entrenaba y me recogía para volver a casa", rememora.

Muchos años después, recuerda con cariño aquella época, que terminó cuando firmó con el Albacete. "A mitad de la última temporada, en División de Honor, me llamaron el Atlético y el Espanyol, pero elegí mal". Ese año terminó con 24 goles en una categoría en la que ya destacaban futbolistas como Juan Mata. Y Cristo, por supuesto. Compañeros suyos han sido Abraham Pozo (éste, paisano suyo, también viajó con él durante años a Badajoz), Carlos, López de Lerma, Pajuelo... todos ellos procedentes de la prolífica factoría del Flecha.

"No sé qué ha pasado, no sé". En la hoja de servicios de Cristo figuran tres ascensos (Cerro de Reyes, Sporting Villanueva y el pasado año con el Burgos) y una honestidad sobre el terreno de juego inquebrantable. "Gracias a Dios, estoy muy contento aquí", reflexiona sobre el Mérida y su proyecto. "A ver si terminamos con el ascenso, ojalá", dice desde su pueblo natal, con cuyo club él también ha jugado en Tercera con el máximo orgullo.

Pero el futbolista del Mérida es mucho más. Como él mismo diría, "peón agrícola". Y se explica: "cuando termina el fútbol, recojo fruta". Y lo cuenta con naturalidad. "Aquí hay mucho trabajo". Y tanto: nectarina, pera, ciruela... que él recolecta desde muy temprano, las siete de la mañana "hasta la una y media o por ahí", explica con suma claridad, casi la misma que muestra cuando hace sus goles de romano , incluso con la cabeza, que no es su mejor virtud, como el que dio la victoria al cuadro emeritense el pasado sábado en Olivenza (0-1).

"Claro que me hubiera gustado ser profesional", resume como declaración de intenciones el protagonista, que el pasado verano sufrió un grave accidente de tráfico con sus compañeros Teo y Pozo. "Afortunadamente lo podemos contar", baja el tono al relatarlo, "pero aún tengo el sonido del golpe en la cabeza". Eso y las secuelas: antes de cada partido, tiene que ponerse una inyección en la espalda. Pero ahí sigue.

Felicidad plena

Cristo es feliz. Muy feliz haciendo lo que más le gusta. ¿Por qué no ha llegado más lejos un futbolista que, como él, colecciona elogios como uno de los grandes de la Tercera extremeña? "No lo sé. El año pasado, en Burgos, estaba muy contento, hasta que al final se fue el presidente y....".

Cristo espera conseguir el ascenso a Segunda B con el Mérida. "A mí me da igual", dice cuando se le plantea si con él de goleador. "Toni se lo merece. Es una gran persona". Con él, gente como David Alejo o Sunny. Todo, por el objetivo.