¿A la educaciónpor el deporte?

El pasado 30 de abril, el mayor de mis hijos jugaba con ilusión una eliminatoria de play off por el título regional de infantil de baloncesto, contra el Cáceres, eterno rival. Habían ganado de siete. Pero pasó algo al final que a todos nos dejó boquiabiertos: no eran nuestros chavales los que saltaban, sino los que lloraban y los perdedores, los que brincaban de alegría. La mesa les daba como ganadores por un punto. Dos canastas habían bailado de columna en el acta. Comprobamos las estadísticas, hablamos con la mesa, pero para ellos no había habido errores. Apelamos al equipo contrario, que nos consta que tanto en el banquillo como en la grada siempre rellenan las planillas. No respondían, desaparecieron sus papeles. Había una sensación extraña: unos callados ante la injusticia porque les convenía, otros increpábamos a los entrenadores y delegado contrario que aguantaban hipócritamente. Entre los jugadores contrarios, los que eran verdaderos deportistas, no estaban tan alegres a pesar de su clasificación, algo les parecía incorrecto, pero no a sus padres y educadores. Verdaderamente ¿a esos padres y educadores les parece que ganaron? A mí no, a mí me parece que sufrieron la peor de las derrotas. ÓSCAR HERNANDEZ. Cáceres