Intensidad. Presión. Rafael Nadal entró en la central de Roland Garros con la consigna muy clara. Había que demostrarle de salida a Lleyton Hewitt quién que era el más fuerte. Desde el primer golpe el tenista australiano debía sentir que estaba pisando la casa del campeón. Un escenario donde Nadal no sabe lo que es perder desde su debut en el 2005. Ayer, el bicampeón sumó su 18 victoria seguida. Fue el regalo que quería para celebrar su 21º aniversario. Hewitt no pudo hacer nada para impedírselo. Tras 2 horas y 21 minutos, el tenista australiano guardó sus raquetas en la bolsa con la decepción en su rostro y un marcador contundente: 6-3, 6-1 y 7-6 (7-5).

Los dos primeros sets fueron una demostración de fuerza. Nadal se colocó 4-0 de salida, cediendo solo cuatro puntos. A los 36 minutos ya había ganado la primera manga, y media hora más tarde, la segunda. El tercer set le costó un poco más. "Hewitt sacó mejor", dijo. Pero Nadal estaba satisfecho. "Hasta hoy jugaba para no perder, y ahora para ganar. He hecho un gran partido", destacó.

AVISO CONTUNDENTE Todo un aviso para cualquiera que pretenda frenarle antes de la final del domingo. Si alguien intenta pararle, deberá hacerlo con otra táctica muy distinta a la que utilizó Hewitt, confiado en los problemas que le había puesto en las semifinales de Hamburgo cuando le forzó a jugar tres sets (2-6, 6-3 y 7-5).

Pero París no es Hamburgo. Las condiciones de la pista son muy distintas y, a pesar de estar la pista aún un poco húmeda, a Nadal la bola le corre y bota muy alta. Así, pudo arrinconar al australiano y echarle tres metros detrás de la línea de fondo.

Hewitt parecía un muñeco de Play Station corriendo de un lado al otro devolviendo bolas que, una y otra vez, limpiaban las líneas blancas. "No podía imponer mi ritmo", explicó. Así, el único break point que consumó el exnúmero 1 mundial lo logró a la desesperada cuando remontó un 40-0 en el octavo juego del primer set, salvando tres set ball en contra.

Poco le duró la alegría. Nadal le rompería el servicio en el siguiente. No solo eso, sino que en la segunda manga el tenista manacorense solo le dejó ganar un juego y 14 puntos.

Cualquier otro habría tirado la toalla, pero Hewitt no estaba dispuesto a salir humillado. Al australiano le quedaba su orgullo de campeón y lo sacó para plantar cara a Nadal. Así mantuvo la emoción en el tercer set. Sin embargo, cuando tuvo la opción de dar algo de incertidumbre, se topó con el campeón en el tie-break. Y ahora, su gran amigo Carlos Moyá.