Pelirrojo, con el pelo cortado a cepillo, las orejas medio desabrochadas y una nariz permanentemente hinchada, como si fuera objeto de frecuentes golpes. Parece tener la dentadura todavía intacta, aunque tal vez el secreto resida en los milagros de la ortodoncia.

Hay rasgos en la apariencia de Wayne Rooney que niegan la presunta inocencia que pudiera tener un joven de solamente 18 años y 237 días, que disfruta de popularidad mundial tras haber batido una considerable colección de récords futbolísticos de precocidad.

Hay también detalles biográficos en la vida de este muchacho que lo asocian a ese segmento de la juventud británica que da rienda suelta a los instintos más incontrolables.

Como muchos otros jugadores ingleses incapaces de digerir los goles, la fama y el dinero, Rooney construye una carrera deportiva y personal repleta de contrastes, en la que lo bueno se mezcla con lo malo.

Aniversario a puñetazos

Convertido ya en el ídolo del Everton, el club de su vida, donde debutó a los 16 años, el delantero alquiló un hotel de Liverpool para festejar los 18 años de su novia, Colleen McCloughlin, el 28 de marzo. No faltó de nada. Lo que sobró fue alcohol. Las dos familias y los amigos comunes acabaron zurrándose unos a otros, entregados a una orgía de puñetazos, sillazos y botellazos.

Wayne Rooney padre, un expúgil aficionado, mantuvo un fugaz asalto con su consuegro Anthony, también exboxeador, después de que la bebida le impidiera cantar de forma inteligible canciones del Everton. Jeanette, la madre, también le avergonzó. Según un invitado a la fiesta, a las 8 de la tarde y bajo los efluvios del alcohol empezó a bailar y a insinuarse a algunos compañeros de su hijo. Días más tarde, Rooney trató de reparar el apoteósico aniversario invitando a Colleen a un palco en el hipódromo de Aintree.

Gracias a esa agresividad, se ha abierto camino hasta la selección, donde ha logrado ser el debutante (17 años y 111 días en febrero del 2003) y el goleador más joven de la historia (17 años y 254 días en septiembre del 2003). Poco antes de marcar el primer tanto ante Suiza y ser el goleador más joven en una Eurocopa, hizo una peligrosa entrada al portero Stiel, que le dobla en edad (36 años) que casi le deja ko.