La situación global de los equipos extremeños parece condenada a la lucha por mantener la categoría, pues cinco de los seis representantes regionales se debaten en posiciones de mitad de la tabla hacia abajo y el único que estaba sobresaliendo, el Badajoz, ha salido de los puestos de liguilla de ascenso.

Pese a todo no se puede calificar de mala la jornada, pues al menos dos clubs, Extremadura y Villanovense, saborearon la victoria, aunque fuese a costa de dos rivales regionales.

Los derbis tuvieron la cara alegre de los triunfos de Extremadura y Villanovense. Los azulgranas salen incluso del puesto de promoción de descenso y comienzan a ver la luz al final del túnel, mientras que los serones se toman un respiro de cara al último tramo de la primera vuelta. Por contra, el Jerez se complica la vida y tira por la borda su excelente racha inicial con otra muy contrapuesta. Los de José Antonio Vázquez Bermejo suman su sexto partido sin ganar. En el peor lugar queda el Mérida, que ve como sus rivales se distancian y que es difícil remontar sin conseguir ni un solo punto lejos de su estadio.

A MENOS El que parece desinflarse también es el Badajoz, que ha pasado de liderar el grupo IV hace poco más de un mes al sexto puesto tras una nefasta racha de resultados. Los de Felines se han visto superados por Melilla y Sevilla B y son ahora sextos en la clasificación.

Por su parte, el Cacereño sigue moviéndose en la intención de mirar hacia arriba, pero con la realidad de estar a sólo dos puntos del peligro clasificatorio. Al menos sumó su cuarto partido sin conocer la derrota.

El momento más desagradable de la jornada se vivió en el Príncipe Felipe, donde un aficionado, que fue detenido, agredió al sancionado técnico del Melilla, Miguel Rivera, que se encontraba en una zona prohibida y de la que fue invitado a salir por el delegado y el director general del Cacereño e incluso por la policía. La agresión es injustificable, pero el numerito que montó el entrenador melillense fue patético durante los noventa minutos, casi igual al del colegiado Megía Dávila, que repartió errores cada vez que hizo sonar su silbato, pues no acertó casi ni en el saque inicial.